LA TRIBU
Desnudez
Hoy, cosechadoras y nuevos molinos, todo sucede «allí dentro», sin que veamos cómo ocurre
Todo era transparencia, entonces. Todas las labores del campo eran abiertas, a la vista de todos. No había labor de clausura, no había puertas que cerraran una faena, no había telón tras el que ocurriera algo, todo sucedía en el escenario del tajo, todo vivo, ... que si veíamos cómo salían del pozo, chorreantes, los cangilones de la noria, veíamos la cavada del hombre en la tierra y cómo el grano caía para el milagroso proceso de enterramiento de la semilla y resurrección de la planta. Todo al aire, todo transparencia. La hoz, desnuda, entraba en los trigos como un dentado signo de interrogación y salía con una respuesta de espigas desnudas. Las horquetas entraban a diente desnudo en las garberas para llevarse a la era las gavillas, y desnudas y sueltas llegaban las gavillas a la era para formar la parva. Trote desnudo de las bestias, desnuda guillotina del trillo, desnudos bálagos y bieldos, desnudo bando de grano en el aire de la avienta, cuando la marea, y desnudo rastrojal que quedaba en las tierras paniegas.
Transparencias. Cuando las manos del hombre eran la más necesaria herramienta, el campo era una humana y desnuda entrega. Deshermanar maíz o algodón, escardar, sacar remolachas y pelarlas. Todo desnudez. Desnudas las manos del ordeño, así en los pezones de las vacas y las cabras como en las ramas del olivo; desnuda la reja de la arada y desnuda el agua del riego por caños, o a manta. Desnudas las manos del racimo en la vid y desnudas tronchando mazorcas en el maíz, robando motas de blancor en el algodonal, recolectando frutales…
Aún quedan manos desnudas en el campo, pero en este tiempo de aires ungidos del primer aceite, haces memoria de la absoluta desnudez de las viejas almazaras: desnuda y a la vista llegaba la aceituna, y así iba al embudo de la tolva, y así subía en tirabuzones por la espiral del sinfín, y así caía entre las piedras, y a la vista moría sacrificada bajo los rulos, y desnuda chorreaba en los capachos.
Y desnudo asomaba el milagro del aceite. Hoy, cosechadoras y nuevos molinos, todo sucede «allí dentro», sin que veamos cómo ocurre. Y sientes nostalgia de aquella desnudez maravillosa de las faenas. Todo sea porque la máquina alivió la penosidad del jornalero.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete