la tribu
Campo soliviantado
El campo se sabía más hermoso cuando pasaban peregrinos, caballistas, carretas y carros, bueyes y mulos
![Campo soliviantado](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2024/05/19/1481308417-RSpz83YuVATf03MyffYmaEN-1200x840@diario_abc.jpg)
Los lirios agachan su celeste entre el monte bajo, prefieren vivir su primavera en libertad, antes que adornar carretas y sombreros y que acaben con ellos las manos que, por llevarse, todo se lo llevan al paso; y el romero se traga su olor para ... que, mal cortado, no se lo lleven en ramo atado en los manípulos de los peregrinos. Y los pinos se empinan, temerosos de que las manos romeras le lleguen a la copa. El campo está soliviantado.
El campo, que no se asusta de nada, tiene miedo de tantos ruidos juntos, seguidos, a todas horas, que si música, que si cohetes, que si palmas y cantos, que si ruido de motores… Y la multitud, ese horror, esa marabunta que lo inunda todo.
Ayer, la romería era otra cosa. El campo entonces tenía las mismas huellas durante la romería que en el diario al que estaba tan hecho. Entonces, la romería tenía gente andando, gente a caballo y carretas con bueyes o carros con mulos. El tamboril y la gaita y los cohetes se dejaban para el paso por los pueblos.
La romería era eso, un hermoso paso de romeros, caballistas y carros y carretas. Como era el diario del campo. Las mujeres andaban en la escarda y los hombres faenando en el olivar o en los cultivos, o entregados a los matos, palpando ya los frutos pintones. Los caminos, abiertos. Y por los caminos, hombres, animales, carros, carretas, muleros, cabreros, porqueros, vaqueros, pegujaleros, agricultor a caballo o en un charré…
La única diferencia de la romería estaba en que llevaban delante una carreta con simpecado y las carretas iban vestidas con sábanas y flores de papel. Y en la razón de andar por el campo, claro. Y en la ropa. Pero el campo no se asustaba de volantes ni de carretas vestidas; para el campo, la romería era un celebrado festivo que le pasaba por su casa.
El campo se sabía más hermoso cuando pasaban peregrinos, caballistas, carretas y carros, bueyes y mulos con aires de fiesta, porque era como vestirlo a él, su propia fiesta. Y el campo, gustosamente, ofrecía sus flores y sus sombras, su río, su sembrada belleza. Hoy se asusta. Porque esto que pasa tiene muy poco que ver con el campo más cierto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete