LA TRIBU
Aquellos niños
Eran chiquillos de familias humildes sin más remedio que poner a trabajar a todas las manos de la casa
![Aquellos niños](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2024/07/29/AdobeStock_825433637-RXbtV7JC5OGbxk5aybZgPSI-1200x840@diario_abc.jpg)
No, no los conocí yunteros. De yunteros trabajaban muchachos, pero no los niños; los niños, en la faena de la arada, iban, si acaso, de sembradores tras el arado, con un saco habilitado como talega, y colocado en bandolera, donde llevaban la semilla y la ... iban dejando, al paso, en el surco. Los niños del campo, los niños tuyos, eran chiquillos de familias humildes que no tenían más remedio que poner a trabajar a todas las manos de la casa. Eran otros tiempos. No exigían, como hoy, un mínimo de dieciséis años para trabajar. Entonces había niños muy niños, niños de ocho o diez años que ya estaban en el campo, de chancas, tirando de una mula o de una burra en el regabinado del maíz o del algodón; o guardando cochinos, ayudando a su hermano mayor en la guarda de vacas, de cabras o de borregas. Eran los niños yunteros de mi infancia, aunque sin yuntas. Niños que iban a quitar nietos a un tabacal, o a pelar remolachas, o a escardarlas en el invierno canalla, o a deshermanar algodón, maíz; o a escardar en plantaciones de pimientos, o a arrancar cañas de maíz, o a ayudar a colgar tabaco en los secaderos, o a coger yerba -las manitas como hoces-, o a punzar brevas, o a descamisar y desgranar maíz.
Tus niños, campo amado, niños cruelmente arrancados de la escuela o bien obligados por la necesidad, eran empujados a tus fauces, y tú, campo, quizá te dolerías de aquel sacrificio de infantes que todos los días tomaban el camino del pueblo al campo. También en el pueblo había niños que tuvieron que cambiar la escuela por un bar, por un taller de zapatero, por un aserradero, por lo que fuera, con tal de llevar un duro a la casa todos los días. Pero era más duro el campo. Un paisaje de niños lejanos llora su temprana lección del campo, aquella infancia nunca bien guardada del calor infame, nunca bien tapada bajo las lluvias, las tormentas, los vientos desatados, los fríos sin piedad, la soledad del campo… Una chivata, un sombrero, una navajilla y una taleguilla con el costo, y desde el alba a la noche por esos campos. «Cada nuevo día es /más raíz, menos criatura…». Ya no hay niños trabajando en el campo, pero sigo oyendo cómo lloran aquellos de ayer, preguntándose por qué, por qué, por qué…
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