LA TRIBU DEL CAMPO
Abril
Ojalá vuelvan a precipitarse los cielos y el milagro nos salve
Y de nuevo, tras seis meses de espera, toda la esperanza queda puesta en abril. Ni el otoño fue el que tendría que haber sido, ni el invierno vino con las carnes tan mojadas como necesitábamos. Y al final, otro año, y otro, y otro, ... todos los rezos se concentran en abril, esa secular y última esperanza de salvación. Recuerdas que era abril cuando, desesperados, los hombres de la tribu sacaron en rogativa a Nuestro Padre Jesús, última esperanza. Lo llevaron por las orillas de los campos, como si necesitaran que el Nazareno comprobara por sus propios ojos la penosa situación. Todo lo apostaron, en silencio, en abril y al Nazareno. Y el Nazareno les dio el premio gordo. La copla local recogía lo que dejó aquel viernes cinco de abril: «…Se desbordaron los ríos / cuando comenzó a llover».
Ojalá por abril vuelvan a precipitarse los cielos y el milagro nos salve, salve cosechas, sequía, salve la salud, asegure el agua -todas las aguas: de riego, de boca, de aseo- y el verano reciba, con un buen aguacero, la puya que lo frene un poco, y si viene incendiado, como es su habitual presencia, que al menos tengamos reservas y no nos sepa tan amargo, tan bíblico, en el sentido contrario de la expresión, porque si la pescadilla del calor se muerde la cola, este mundo nuestro se pondrá para salir huyendo. Todo, otra vez, apostado al mes de abril. Aguas mil. Ojalá. No habrá mayor milagro, ni procesión más hermosa, ni palio que mejor se mueva, ni música que mejor suene, aunque ojalá no coincida con el esplendor de la Semana Santa; ojalá abril sepa escoger sus días de aguacero sin menoscabar la belleza de la tradición, la fe, el espectáculo. Que no haya que suspender nada de lo que el abril festivo tiene programado, pero que, por si acaso, nadie le diga a la lluvia que se espere. Si viene, será milagro siempre, y será el mejor milagro, el más necesario. Porque nada -ni siquiera el propio abril- será igual si no vienen las lluvias. Porque las lluvias llaman a las lluvias, y si el cielo ve charcos, acarreará otros charcos, y si ve tierra seca, mandará soles infames. Otra vez la plenitud de la primavera. Y otra vez deseando que el Dios de las lluvias conteste por Abril.
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