Hazte premium Hazte premium

EL RECUADRO

Un fluorescente y azulejos

Sevilla siempre está perdiendo cosas, como esas señoras que no saben dónde han dejado el teléfono móvil

Antonio Burgos

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La crónica de la vida sevillana se convierte muchos días en una Oficina de Objetos Perdidos. 'El libro de las cosas perdidas', tituló Rafael Montesinos una de sus primeras obras (1946). Muy en la línea del Antonio Machado de 'Otras canciones a Guiomar': «Se canta ... lo que se pierde». Es lo que aquí muchos días evocamos: la ciudad perdida, su identidad cambiada, la desaparición de su personalidad, su conversión en Parque Temático... con cornetas y tambores. Lo malo que esto no es así de ahora, sino de siglos atrás, de siempre. La Giralda está cimentada con el acarreo de piedras de la abandonada Itálica. Sevilla siempre está perdiendo cosas, como esas señoras que no saben dónde han dejado el teléfono móvil cuando suena. Bécquer, ya establecido en Madrid, en uno de sus regresos a Sevilla nos dejó escrito que habían desaparecido muchas cosas sin saber cómo y aparecido otras nuevas sin saber para qué.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación