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tribuna abierta

Todas las familias se parecen

Los familectos constituyen una fascinante mezcla de tres variedades lingüísticas diferentes, todas muy apartadas del estándar

Antonio Benítez Burraco

En realidad, lo que dijo Tolstói es que solo se parecen las familias felices y que las infelices lo son cada una a su manera. Pero en ese comienzo de 'Anna Karénina', el escritor ruso estaba pensando, claro está, en desdichas, cuitas y calamidades, que ... pueden ser, ciertamente, tan diversas como para llevar a una aristócrata a arrojarse, desesperada, ante un tren en marcha. En cambio, si atendemos al modo de verbalizar las cosas (y en general, de comunicarse), todas las familias, también las infelices, se parecen entre sí… y mucho. En todas, suele bastar una única palabra para que sus miembros sepan qué ocurre (cuando a los desconocidos hay que proporcionales todo tipo de explicaciones), les es posible pedir algo recurriendo a un mero gesto (mientras que con un extraño darían todo tipo de rodeos verbales antes de rogarle, ¡por fin!, que pase el salero) y recurren a palabras que solo ellos conocen para hacer referencia a los objetos más prosaicos (como los zapatos o el baño) y a esas cosas que les ocurren a todo el mundo (como llegar tarde a la cena o resfriarse), creando en quienes los escuchan un sentimiento de otredad. Así, en algunas casas, a ella siempre se le escapa un «ca ofusín» ('te quiero') cada vez que él le propone coger la «ciruelita» ('el coche') y pasar el día en «Matalascaquis» ('Matalascañas'), mientras que en otras ella, no menos contenta, le dirá a él, embobada, «te odio mucho, gordopilo».

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