Los Reyes Magos del Niño

—Ea, duérmete pronto, porque si los Reyes Magos te pillan despierto no te van a dejar nada, ni incienso, ni oro, ni mirra, ni nada, y se lo van a llevar al Niño Mudo del Sagrario.

Oro de albero, incienso de cofradías... Es lo que pide todos los años a los Reyes el Niño de la Virgen de los Reyes. Como no ve la tele, porque en la Capilla Real no hay Boing, ni Disney Channel, ni Clan, no conoce el pobrecito mío las novedades de escailánderes, ni de gormitis, ni de consolas, y pide todos los años a los Reyes lo mismo, en una carta que le escribe Joaquín Romero Murube, que baja especialmente cada año de los cielos que ganó en el Alcázar para redactársela, carta que le recogen los cuatro heraldos reales que llevan a Colón en su monumento.

Y por la Vieja del Candilejo sé que cuando el Niño de la Virgen de los Reyes ya se ha dormido, como si Rafa Serna le cantara la nana de una sevillana rociera, los Tres Reyes de la Puerta de los Palos se ponen en movimiento en sus figuras de piedra, y por el silencio de la soledad de las altas naves, precedidos por los lanceros de la Banda del Sol, se dirigen a la Capilla Real. Y entonces es cuando se produce la más secreta y prodigiosa Adoración de los Reyes: los tres Reyes Magos de piedra del tímpano de la Puerta de los Palos entran a adorar al Niño de la Virgen de los Reyes. Suena, solo, el órgano, que lo toca no sé si Maese Pérez o su encarnación hodierna, Maese Ayarra el de los tientos y tonos a la mejor memoria musical de la Catedral. Y los tubos del órgano son los pastores que le cantan al Niño viejos villancicos sentimentales de los corrales de Sevilla, de los campanilleros que bordaba con su clarín el Brigada Rafael, que suenan ahora ante el gigantón San Cristóbal pintado al fresco en el muro, que el italiano Alesio le quería cambiar a Luis de Vargas por La Gamba, qué mariscada de arte: «A la una y media de la noche/iba San Cristóbal por medio del mar/con el Niño Jesús en sus hombros/diciendo, Dios mío, ya no puedo más»... Y sígueme contando la Vieja del Candilejo que la Virgen de los Reyes llama entonces a San Cristóbal para no dejar por embusteros a los campanilleros, y que le dé al Niño una vueltecita por medio del mar de columnas de la Catedral y disfrute con los juguetes que le han traído los Reyes. Aunque para regalos, el que la Madre de este Niño nos hará a los sevillanos, pasada La Noche, cuando sea La Mañana, la Mañana de Nardos, y le conceda a esta ciudad las tres gracias de seguir siendo ella misma. Para Día de Reyes, el Día de la Virgen de los Reyes... De Reyes es la Noche; la mañana de Reyes es la de la Virgen. Como la Madrugada es de La que está cabe el Arco y de El que está en San Lorenzo.