antología del recuadro
El piso desde la playa
Publicado el 8 de julio de 1979
LE veo ahora en la playa, lector sevillano del recuadro de todos los días, y comparto su preocupación. La media Sevilla que está en Ia playa está pensando:
—María, ¿nos habrán robado el piso? Ya sé, lector, que cada día se repasa usted la ... columna de sucesos, a ver si los choris andan de ronda por su demarcación, respiro de tranquilidad al ver que al menos ha pasado un día más sin que nadie haya osado abrir esas siete llaves que, como un nuevo Joaquín Costa, le echó usted antes de partir de la tumba familiar del Cid, donde han quedado enterradas tantas letras pagadas, tantos vencimientos por pagar, tantas noches de insomnio en las vísperas de los noventa días fecha, que los de la inmobiliaria es que no perdonan los tíos.
Y si media Sevilla está en la playa pensando, lagarto, lagarto, niño, toca madera, ¿qué madera, papá?; si media Sevilla está en la playa pensando si le habrán robado el piso, la otra media, que todavía está aquí, en el currelo, está ya pensando si en agosto, cuando se vayan de veraneo, les robarán el piso.
Sí. Este verano la cosa tiene mucho como de bingo de la inseguridad ciudadana. Me parece a mí que nos vamos a pasar las vacaciones pensando todos en lo mismo, esta ruleta rusa de los robos. Ya me estoy viendo que en Matalascañas, cuando me encuentre a los amigos, en vez de preguntarme lo tradicional de...
—¿Qué, aquí descansando?
...me van a decir lo obligado este año, que es chispa más o menos:
—¿Qué, pensando si va nos habrán robado en el piso?
Cuando se han ido los vecinos que toman las vacaciones en julio, han llegado todo preocupados:
—A ver si podéis subir y echarte una miraita al piso, no vaya a ser que al volver...
—Ustedes están aquí en agosto?
—Sí, volvemos el treinta de julio, que Pepe tiene que estar en el Banco el día uno siempre nos gusta descansar aquí un día...
—Bueno, pues entonces haced el favor de, en agosto, echarte también otra miraita al nuestro...
Es en algunos momentos hasta obsesivo. Los he visto marcharse. Los niños metiendo en el coche la nevera y las hamacas, y despidiéndose de los amigos, patinete en mano:
—Que nos vamos a la playaaaa...
Y la madre reprendiendo, dando por lo bajini los pellizcos retorcidos de monja antigua:
—Sí, niño, dilo más fuerte, para que se enteren bien los rateros que dejamos el piso solo, y que cuando volvamos no nos encontremos ni los colchones...
No quiero extenderme más en estas cuestiones, no vaya a ocurrir que venga Salas Tornero y me dedique una nota como si yo fuera Uruñuela o el jefe superior de Policía; a mí que me registren de la cosa de la seguridad ciudadana. Pero la verdad es la que acabo de exponerles.
Como verán, he tenido la delicadeza de no hablar de la democracia, para que usted, querido señor de oscuro, no diga que somos todos una partida de rojos; y para que usted, querido votante del Pecé, no diga que esto es un nido de fascistas. La verdad es que, con democracia o sin ella, este año vamos a estar en la playa ya con el alma en un puño pensando en el piso y en los ladrones.
Más o menos como estamos aquí, en Sevilla, todo el año, pensando si se habrán llevado el televisor del apartamento.
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