TRIBUNA ABIERTA
Desigualdades
Cada vez son más anchas las brechas sociales. La desigualdad crece a un ritmo más acelerado y constante. Por ello, no se dejen confundir por la luz cegadora de la primavera
![Desigualdades](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2023/03/31/comedor-social-pobreza-RmoosLmIpHlZ8VL5j5MwS2K-1200x840@abc.jpg)
El último informe de Eurostat (2022) sitúa el PIB per cápita de España (24.590 euros) un 15 por ciento por debajo de la media de la Unión Europea (28.810), diferencia que se ensancha hasta un 23 por ciento si la comparación se hace ... con las 18 economías de la zona euro (31.830 euros). La brecha que nos separaba de Europa antes de la pandemia se ha agrandado. Desde 2019, España es el país de los 27 que conforman la Unión Europea cuyo PIB per cápita ha descendido con más intensidad (-2,3 por ciento). Sólo Francia (-0,1) y Alemania (-0,3), especialmente afectada por la crisis energética, han experimentado en la zona euro un retroceso en su producción por habitante durante los tres últimos años. Los datos de Eurostat (Oficina Estadística de la Unión Europea) reflejan que la renta per cápita española en términos de paridad de poder de compra, es decir, teniendo en cuenta el coste de la vida en cada uno de los países, se situó en el 85 por ciento de la renta media europea, su nivel más bajo de los últimos veinte años. En los cinco últimos años España ha perdido 590 euros de PIB por habitante. Definitivamente la célebre profecía de José Luis Rodríguez Zapatero de enero de 2007, cuando siendo presidente y tras más de una década de crecimiento ininterrumpido, auguró, justo tras el 'sorpasso' a Italia, que España en 2010 iba a igualar o superar en renta per cápita a Alemania no se ha cumplido. Es más, el presidente Zapatero erró en casi doce mil euros por habitante.
Si España se descuelga de Europa, no es menos cierto que Andalucía continúa en uno de los tres últimos lugares que tradicionalmente ocupa en el escalafón de la renta española junto a Extremadura y Canarias y ligeramente por detrás de Castilla-La Mancha. Estos datos, además de desmentir la propaganda oficial de encuestas sesgadas, revelan que nos encontramos en una Unión Europea no sólo cada vez más polarizada políticamente sino también económica y socialmente, fenómenos todos ellos que además se retroalimentan. España retrocede en la convergencia con la zona euro sin dejar de fomentar por ello los desequilibrios territoriales internos, azuzados en los últimos años por la financiación privilegiada de las comunidades más ricas gracias a sus alianzas con el Gobierno central o a sus sistemas fiscales. O sea, que Andalucía pierde convergencia con España, que a la vez se aleja de Europa, sin que los responsables del sistema de financiación de las comunidades autónomas y de los factores de corrección para preservar los equilibrios territoriales se sientan aludidos pese a las denuncias reiteradas de regiones como la Comunidad Valenciana o Andalucía.
Al hilo de este panorama desazonador no es extraño que el presidente del Banco de Alimentos de Sevilla, Francisco Arteaga, haya tenido que alzar la voz para denunciar que la inflación ha aumentado el número de familias sevillanas que necesitan ayuda para alimentarse (43.000 al año en la provincia) a la vez que disminuye el número de donantes. En los comedores sociales de la capital hispalense, que como saben concentra los tres barrios más pobres de España, la gente ya no sólo va a pedir un plato de comida, sino ayudas para pagar el alquiler, la luz, el gas y otros recibos. Se da la dramática situación de que algunos comedores tratan de evitar que se repita el primer plato para que haya comida suficiente para todos.
Escribo de esta realidad tan dura y patética porque tras la solidaridad generada durante la pandemia se ha generalizado la impresión, exacerbada desde las promesas previas a las elecciones de mayo y de las que vendrán después, de que hemos superado la crisis y de que estamos en el camino de eliminar las diferencias entre ricos y pobres, cuando lo que ocurre en términos europeos,españoles y andaluces es justamente lo contrario. Cada vez son más anchas las brechas sociales. La desigualdad crece a un ritmo más acelerado y constante. Por ello, no se dejen confundir por la luz cegadora de la primavera. Cuando vean las calles masificadas de las fiestas primaverales, con lleno total de restaurantes y bares con las reservas agotadas, de playas incipientemente abarrotadas, no se olviden de que hay otra realidad que no nos cuentan en los mítines ni en los telediarios, pero que permanece ahí, callada y oscura, disimulada en las encuestas oficiales. Y que tal vez un día romperá moldes y nos hará caer en la cuenta del tipo de sociedad que hemos estado construyendo.
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