la tercera
Dos décadas de periodismo
«Me voy agradecido y satisfecho por haber podido cumplir un largo ciclo de periodismo en libertad. Estoy agradecido a muchas personas, en primer lugar a mi familia, mi mujer, Gemma, y mis hijos, Álvaro y Luis, que han soportado con estoicismo y cariño mis constantes ausencias. Mi mayor tranquilidad a la hora de dejar la dirección de ABC de Sevilla es el equipo de redacción que se queda con Alberto García Reyes como director de orquesta»
![Dos décadas de periodismo](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2022/08/31/ybarra-R7o83pR4CuMwf2nfvTsK7fK-350x624@abc.jpg)
Hoy jueves 1 de septiembre dejo la dirección de ABC de Sevilla tras más de 22 años. Trabajar en lo que a uno le gusta, en mi caso el periodismo, es un privilegio. Hacerlo además en este periódico que por encima de la necesaria adaptación ... a los tiempos ha mantenido lo esencial de los valores que inspiraron su fundación: la independencia, el talante liberal, el humanismo, la defensa de la Monarquía parlamentaria y de los intereses de España desde su profunda vocación sevillana y andaluza ha sido un apasionante desafío. Me voy agradecido y satisfecho por haber podido cumplir un largo ciclo de periodismo en libertad. Me hice cargo de ABC cuando era el periódico de mayor difusión en su zona de influencia y me marcho cuando, además de mantener su hegemonía en papel, ha trasladado también su liderazgo en Sevilla y Andalucía al mundo digital. Nada de esto podría haberse logrado sin el trabajo de un equipo del que me cabe la honra de formar parte y el orgullo de haber contribuido a crear. En los proyectos periodísticos, lo importante no son las personas. Las personas pasan. Lo esencial es la labor de equipo. Un periódico es un trabajo colectivo en el que cada uno debe cumplir con la función encomendada. Y hacerlo con constancia los 365 días del año, que hasta en eso los tiempos han cambiado y no permiten el cierre de la ventana digital ya sea Nochebuena, Año Nuevo o Viernes Santo.
Precisamente mi mayor tranquilidad a la hora de dejar la dirección es el equipo de redacción que se queda con Alberto García Reyes como director de orquesta. Alberto es el mejor periodista de su generación. El más versátil y el más completo de cuantos he conocido. Tiene inoculados en vena los viejos valores del periodismo sin haberse ahorrado destreza digital y dominio tecnológico. A sus reconocidas dotes literarias de escritor de periódicos une la capacidad de gestionar equipos. Alberto es un hombre íntegro, un corredor de fondo, culto, trabajador e independiente, capaz de echarse a las espaldas el peso del periódico y de liderar la redacción. Su nueva condición de director es una garantía para el futuro de ABC.
La independencia de una cabecera viene marcada por su solvencia económica. Uno no puede ser independiente si está lleno de deudas e hipotecas. Sin un proyecto empresarial que lo sustente el periódico no existiría. De ahí que cuando hablo de equipo lo haga en sentido extenso. El equipo de ABC no son sólo sus redactores, alma mater del periódico, sino todos los que se encargan de su gestión a través de los diversos departamentos de la empresa. Desde el director general, Álvaro Rodríguez Guitart, hasta el comercial más reciente.
Ser independiente no equivale a no tener línea editorial. Se puede y se debe ser leal a unos valores, a unos principios, sin renunciar a que la información rigurosa y de calidad sea el propósito central por el que trabajamos todos. La objetividad no existe. Sólo podemos aspirar a ser honestamente subjetivos. Es esa honestidad, ese compromiso profesional el que ha provocado que los momentos de mayor zozobra en la vida del periódico durante los últimos años hayan coincidido con la publicación de informaciones que algunos entendían que no beneficiaban a la línea editorial del periódico. El clásico aforismo anglosajón de que los hechos son sagrados y las opiniones son libres sigue vigente, máxime en estos tiempos en los que la tentación permanente de los profesionales es la de convertirse en activistas en lugar de en informadores. En todos estos años sólo me he sentido activista de Sevilla —¡Ay, Sevilla!— y de Andalucía como entes sociológicos, culturales y económicos que no terminan de encontrar su encaje ni su reconocimiento en la realidad española. Los clichés y los estereotipos que nos han colgado, a veces desde nuestra propia tierra, dificultan el conocimiento verdadero de Andalucía y de la capital hispalense en su auténtica dimensión.
Sería imposible referirme en este texto a todas las personas a las que estoy agradecido por su apoyo a lo largo de estos años. El primer lugar lo debe ocupar en justicia mi propia familia, que me ha apoyado siempre, mi mujer, Gemma, y mis hijos, Álvaro y Luis, que han soportado con estoicismo y cariño mis constantes ausencias. A partir de ahí mi gratitud se hace extensiva a los que recientemente han escrito artículos tan elogiosos como inmerecidos sobre mi persona, pasando por directivos, colaboradores habituales, colegas, lectores y hasta compañeros que ya no están con nosotros. Las veces que la muerte se cruzó en el camino de la Redacción con golpes tan inesperados como brutales, tanto en Sevilla como en Córdoba, son los recuerdos más duros que hemos tenido que sobrellevar en este largo ciclo antes de recoger las cosas, tragarnos las lágrimas y volver a encender el ordenador para empezar de nuevo el 'milagro' diario de hacer un periódico, digital o de papel. A primera hora de la jornada el periódico o la web no son más que un conjunto de ideas que a lo largo del día hay que ordenar, jerarquizar y valorar sin perder de vista que habrá que reconstruirlo todo de nuevo si un acontecimiento de relevancia informativa trastoca nuestros planes. Es precisamente en esos minutos inciertos en los que el tiempo vuela y se desboca la presión cuando los que somos periodistas vocacionales más disfrutamos.
La libertad de información, hoy especialmente amenazada en nuestra nación, es inherente a las sociedades democráticas. Las complejas circunstancias que condicionan la actualidad hacen más necesarios que nunca a los medios de comunicación que desde la independencia representan la sensibilidad de las personas de buena voluntad de todo el espectro ideológico. Andalucía con su política reformista y conciliadora está dando un buen ejemplo de ello en una España cada vez más crispada que pretende enterrar la Transición, la mayor contribución española a la historia política contemporánea, para revisar la historia y volver al cainismo que creíamos enterrado. Los populismos y los radicalismos se retroalimentan de la crisis social y económica que vivimos desde las trincheras que algunos se empeñan en cavar a diario. Sólo una información veraz y rigurosa puede alumbrar el camino que hemos de atravesar para superar este trance. En ello estaremos desde el ámbito que nos corresponda.
Álvaro Ybarra Pacheco
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