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La Alberca

La triste opinión de un lector

Se ha hecho viral una carta publicada en estas páginas que está en contra de los valores de ABC

Alberto García Reyes

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El pasado sábado se publicó en estas páginas una carta firmada por el lector Fernando Alés Villota que ha generado mucha polémica. Con razón. Sus argumentos sobre las mujeres son injustificables. Punto. Sin matices. ABC ha sido a lo largo de su historia un canal para las libertades porque esa fue su filosofía fundacional y ese ha sido su santo y seña hasta hoy. Llevo muchos años escribiendo esta columna y presumo con orgullo de que he podido expresar siempre mis opiniones sin cortapisas, sin indicaciones y sin insinuaciones de nadie. Y eso es lo que voy a seguir haciendo para situarme en las antípodas de lo que proponía este lector. Porque no nos representa. La libertad de expresión tiene límites y entiendo el revuelo que se ha formado por la publicación de esa carta, que vio la luz por un error. Quienes aprecian ahí una actuación deliberada ignoran cómo funciona un periódico, aunque tienen razón en su enojo y merecen respeto. No voy a poner excusas. Los periodistas también nos equivocamos y debemos tener la honradez de reconocerlo. Lo que dice el lector es su exclusiva opinión y ABC no sólo no comparte ni una sola sílaba de su reflexión, sino que la combate con hechos. Para este periódico la igualdad es un pilar. Basta con repasar sus firmas para comprobarlo.

La triste carta al director es un compendio de aseveraciones que provoca sobre todo amargura. Pero esto es algo más habitual de lo que pueda pensarse. Unas veces el límite de la libertad de expresión está más difuso que otras, pero son muchos los casos en los que en las redes sociales y en otros canales públicos se difunden comentarios que atentan contra el sentido común, lo que nos lleva a una reflexión que va más allá de este caso coyuntural. Yo he leído a algunos de los que estos días se están quejando de la susodicha carta defender a las asociaciones de presos de ETA, por poner un ejemplo cualquiera. Estaría bien que nos escandalizáramos con un cierto sentido de la medida y sin trincheras. Algún dirigente populista ha llegado a decir que las cartas al director marcan la línea editorial de un periódico, un comentario que sólo sirve para demostrar su extraordinaria ignorancia y su tendencia al pensamiento único. Cree el ladrón que todos son de su condición. Cuando se comete un error, se piden disculpas y se ponen soluciones. Pero la 'criminalización' del fallo, tan en boga ahora, tampoco tiene un pase.

En una reciente entrevista a ABC con motivo de su ingreso en la Academia de Buenas Letras, Alfonso Guerra hizo una reflexión sobre este frentismo que hago mía en todos sus términos: «Hay un mal entendido modernismo que ha decidido practicar la censura pero con cadena perpetua. ¿Es posible que alguien diga la tontería más grande del mundo y se le borre del mapa?». La carta al director de Fernando Alés es, si se quiere, la tontería más grande del mundo. Nada más. Y publicarla sin el suficiente control es nuestra lógica penitencia. Nada menos.

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