LA MADEJA

La soledad de Juan Espadas

Pedro Sánchez lo ha mandado como un subalterno amortizado a lidiar la corrida más dura al Senado, donde ha tenido que defender a su jefe yendo en contra de los intereses de su propia tierra

EP

Lo que Pedro Sánchez le ha hecho a Juan Espadas esta semana es de torero malo. Mandarlo al Senado a soltar el discurso programático del PSOE nacional sobre la amnistía en ausencia de todos los miembros del Gobierno es un abuso que debilita al líder ... de los socialistas andaluces de forma irreversible. La sensación que da esta jugada es que Sánchez ha enviado a un subalterno a una corrida dura para que se lleve la cornada. Lo ha mandado a quemarse del todo, lo que indica que su futuro en la cuadrilla está amortizado. Porque el relato del PSOE nacional ahora es totalmente contrario a sus intereses en Andalucía y porque, además, en la sesión del Senado participó el presidente de la Junta, Juanma Moreno, para hacer un alegato contra la desigualdad territorial que se pretende implantar en el acuerdo de investidura con nacionalistas e independentistas. Es decir, el secretario general del PSOE de Andalucía tuvo que defender por mandato directo de su jefe en la Cámara Alta, la que representa el espíritu territorial, un programa que va en contra de su región. ¿Y ahora cómo vuelve por aquí? El papelón del exalcalde de Sevilla está siendo amargo. Espadas intentó mantener todas las pelotas en el aire, pero el malabarismo político al que le somete su líder es imposible. No se puede defender la igualdad de todas las autonomías y justificar al mismo tiempo las concesiones que exigen catalanes y vascos para la investidura de Pedro Sánchez. Eso es soplar y sorber a la vez.

La sesión en la que el PSOE dejó solo a Espadas mano a mano con sus contradicciones tiró al suelo muchas caretas. La primera fue la de Pere Aragonès, que hizo una exhibición sin precedentes de soberbia antidemocrática obligando a los miembros del Senado a escucharle y marchándose luego sin escuchar a nadie. Podría decirse que esto es un ejercicio de libertad extrema: libertad de expresión primero y libertad de irse después. Y en eso su concepto de la libertad es aplicable también al referéndum que pretende convocar. Toda la libertad para él y ninguna para los demás. El principal rasgo de un totalitarista es que él es el único que no sabe que lo es. Pero lo de Aragonès, siendo patético, no tendría importancia si no tuviese la condescencia del PSOE. Lo que convierte el acto del Senado en deleznable no es el comportamiento del presidente catalán, sino la anuencia de Pedro Sánchez, que está legitimando ese delirio independentista para poder perpetuarse en La Moncloa. Por eso el papel de Espadas es especialmente triste.

Pero hay una circunstancia más que eleva el desastre a catástrofe. Los ministros no comparecieron. Pasaron olímpicamente del Senado. La Cámara Alta es depositaria de la soberanía nacional y una de sus principales funciones concurrentes, en relación alícuota con el Congreso, es nada menos que la acción de control al Gobierno. Las elecciones del pasado 23 de julio otorgaron la mayoría en el Senado al PP y en la primera ocasión en la que el foco ha apuntado a esta institución desde los comicios, el Gobierno socialista se ha ausentado, ha incumplido su obligación de comparecer ante el pueblo español. Esto sólo tiene una traducción: Sánchez ningunea a las instituciones del Estado que él no gobierna. Sirva como ejemplo el corte de relaciones con los presidentes autonómicos desde que ganó el PP en la mayoría de comunidades. Los consejeros de Hacienda de toda España están elaborando sus presupuestos sin conocer aún la cifra que debe transferirles el Estado porque el diálogo se ha roto. El desprecio institucional no tiene precedentes. Y en ese contexto, Juan Espadas ha tenido que presentarse en la sede de la soberanía nacional a entregarse él para auxiliar a su jefe. Quién le ha visto y quién le ve. Aquel alcalde sereno, trabajador, cercano, diligente, fiable y abierto es hoy un hombre inseguro, dubitativo, volátil, dependiente y servil. Dejar la Alcaldía de Sevilla para dar el salto a la política regional ha sido, sin duda, el mayor error de su carrera política. Aquí lo tenía todo y allí ya no tiene nada. Su actuación en el Senado ha sido apocalíptica porque su obediencia ha degenerado en vasallaje y él no sabe moverse en ese barro. Sánchez le ha obligado, sí, pero todos tenemos siempre el comodín del 'ya estoy yo en mi casa'. Porque yo no me creo que Espadas esté convencido de esto.

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