LA ALBERCA
El sobre de Martín Cartaya
Fue mucho más que un fotógrafo costumbrista, más bien fue el forense de la Sevilla invisible
![Martín Cartaya fotografiando un mercadillo del Jueves en Sevilla](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2025/01/11/1490524847_papel_xoptimizadax-RmKi3UqTogGd8Ws9VGOKcoN-1200x840@diario_abc.jpg)
Casi como un nazareno del Silencio, Jesús hacía las fotos en blanco y ruan. Estando sin estar. Captando la verdad íntima de Sevilla sin hacer ruido. Y luego, cuando las tendía en el cordel de su cuarto oscuro a la espera de que se revelara ... el misterio de cada uno de sus disparos, las marcaba para hacer antologías humildes de una ciudad desconocida incluso para nosotros. Porque su obra consistía en detener lo aparentemente invisible y convertirlo en trascendente. Jesús hacía taquitos de cada protagonista y, cada cierto tiempo, les dejaba un sobre por debajo de la puerta en el que se leía, con caligrafía de vendedor de textiles de posguerra, una modestísima firma: «Martín Cartaya». Fui una mañana a darle las gracias por mi sobre de fotos a Casa Cuesta, lo más cerca posible de su Jorobaíto, y entonces descubrí que Jesús Martín Cartaya no era un fotógrafo costumbrista, era un forense de la cotidianeidad sevillana. Venía de su sesión de diálisis rutinaria, encorbatado como de costumbre y con otro sobre en la mano. Le dije que nunca he sido fotogénico y que, sin embargo, él había conseguido pillarme in fraganti en situaciones que para mí son memorables. Y también le advertí de que en ninguna de las fotos que me había regalado fui consciente de que él estuviese por allí. Su respuesta es aún un enigma para mí: «Es que yo no estaba, estaba la cámara».
Hasta el último de sus días creyó en el carrete porque Jesús no malgastaba disparos. Sabía esperar. Se escondía detrás de su discreción y cuando menos lo esperabas, zas. No fallaba. Por eso congeló la segunda mitad del siglo XX de Sevilla en varios miles de negativos que hoy sirven para entender cómo eran Juana Reina y Caracol, los siete magníficos del martillo —Rafael Franco, Ariza, Alfonso Borrero, el Penitente, Vicente Pérez Car, los Bejarano y los Rechi—, el Pali, Paco Gandía, la saga Trifón, Luis del Sol, Manolo Cardo, Curro Romero y Paco Camino, la duquesa de Alba, Manuel Alonso Vicedo y Antonio Burgos, la calentera del Arenal y el carnicero de la Encarnación, Vicente el del Canasto y toda la peña 'er 77', Carlos Herrera y Paco Robles, Reyes Morales y su padre en las tinajas de García de Vinuesa, Bueno Moreal y Amigo Vallejo... Gracias a Jesús sabemos la verdadera historia de esa Sevilla, detenida en la retina de un bohemio de la O, que es la Virgen de sus entretelas porque su nombre tiene forma de obturador. A Martín Cartaya le entraba la luz de Dios por el visor de su reflex. Era un fanal de Cristo.
Aquel día de Casa Cuesta traía ajetreo. Primero había ido desde su casa de Castilleja al hospital. Después, a la cita fijada en su barrio natal. Jesús miraba Triana como quien observa el edén. Le propuse hacer un serial en ABC para la siguiente Semana Santa con algunas de sus estampas más trascendentes. Y él, sin abrir la boca, puso el sobre que traía en la mano sobre la mesa. «A ver si te valen estas». Tengo la impresión de que dentro de ese sobre voy a poder seguir quedando con Martín Cartaya cuando quiera.
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