LA ALBERCA
El ruido nacional
El plus que en la recta final le ha dado Juanma Moreno a José Luis Sanz es el que le ha quitado Sánchez a Muñoz
No sabe bien dónde se ha metido. En los próximos cuatro años José Luis Sanz tiene que limpiar la ciudad, hacer que los autobuses públicos lleguen en hora, convencer al Gobierno y a la Junta de que sigan licitando la red completa de metro, pelear ... por la culminación de la SE-40, regular la avalancha de pisos turísticos, sacar de la miseria a los barrios más pobres de España, llevar a los turistas en tren desde Santa Justa al aeropuerto, podar bien, adecentar los barrios, asfaltar media Sevilla, agilizar la obra del tranvía a Nervión, acabar con los atascos, construir nuevos aparcamientos… Perdón, que me ahogo. Todo esto lo ha ido prometiendo en el año y medio que ha estado pateándose las calles como candidato, casi en soledad, con un equipo muy limitado de colaboradores y con la desconfianza de muchos en su propio partido. Tiene mucho mérito lo que ha hecho Sanz, aunque le debe una a Juanma Moreno, que le ha acompañado a todas horas en la recta final de la campaña para inyectarle ese plus que necesitaba para el vuelco.
El PP partía con el peor resultado de su historia en Sevilla. Tenía sólo ocho concejales. Lo que ha hecho el exalcalde de Tomares es, en primer lugar, volver a embarcar a los votantes tradicionales de la derecha y, en última instancia, convencer a los indecisos de que su gestión supondrá un cambio para la ciudad. Su insoslayable seriedad, que jamás hay que confundir con tristeza, se ha terminado convirtiendo en una virtud política. Sanz es un sevillano frío, socarrón, con mucha retranca, y al mismo tiempo trabajador, competente, fiable y cumplidor. Su fachada grisácea esconde a un tipo valiente, con las ideas claras, gestor de largo recorrido y muy afable en la distancia corta. José Luis Sanz es el paradigma del refrán que dice que las apariencias engañan. Muchos sevillanos, tantos como para otorgarle una mayoría suficiente, se han dado cuenta de lo que hay en el fondo de sus silencios y le han elegido para que rescate a Sevilla del interminable letargo en el que vive. Faena no le va a faltar.
Pero su victoria tiene también una cara be. Antonio Muñoz fue muy explícito en la rueda de prensa de la noche electoral. «Ha podido más el ruido de la política nacional pese a que mi eslogan era 'Sólo Sevilla'», se lamentó en la sede de su partido mientras apoyaba su dedo índice en la llaga del dolor. El alcalde socialista sabe mejor que nadie lo que supone perder por culpa del padre. Ha luchado con todas sus fuerzas contra la influencia venenosa del sanchismo. Es verdad que el PSOE pierde su gran feudo por no haber atendido toda la retahíla de necesidades enumeradas al comienzo. Sevilla está mal y Antonio Muñoz lo sabe. Ha sido un alcalde sereno, con buen talante, pero no modélico. Sin embargo, el plus que Moreno le ha dado a Sanz coincide con el que le ha quitado Sánchez a Muñoz. Y eso es lo que finalmente ha deshecho el empate que daban las encuestas. Pero la vida sigue y nunca se sabe cuánto duran los éxitos ni los fracasos. Por eso, como dice el Papa Francisco, saluda al subir porque te lo puedes encontrar al bajar.
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