LA ALBERCA
¿Estáis puestos, policías?
Las reivindicaciones sindicales para la Semana Santa forman también parte del costumbrismo sevillano
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Entre las más inveteradas tradiciones de Sevilla en primavera, sinfonía de tópicos, están el primer brote de azahar, la 'rampla' del Salvador, la primera torrija de la Campana, el capirote de Casa Ruiz, el cíngulo de Alba, los primeros rayos del sol sobre los nazarenos ... blancos de la Paz por el Parque, los ripios pregoneriles, la volatilidad del tiempo entre el Domingo de Resurrección en la Maestranza y el día del Alumbrado, la pátina de albero en los zapatos de la Feria, el ropero de Nuria Barrera con la túnica y el traje de gitana, la pegatina de una hermandad del Jueves Santo en la solapa de la chaqueta al llegar a la caseta... y la huelga de la Policía Local. El anuncio sindical sobre el parón de los agentes durante las Fiestas Mayores forma parte también del más acendrado costumbrismo hispalense. Qué sería de Sevilla sin su noticia de que faltarán policías para garantizar la seguridad en Semana Santa a menos que el alcalde afloje la guita. La del erario, no la de manzanilla. No hay una sola Cuaresma en la que los sindicatos policiales se muestren conformes con sus remuneraciones. Y como no hay mejor oportunidad para reclamar mejoras que el temor de los políticos, basta con lanzar al aire, para que se confunda con la fragancia de los naranjos en estas vísperas de Dios, las más peregrinas sospechas sobre el peligro que corremos los ciudadanos ante las insoportables condiciones laborales de nuestros protectores para que todo quisque acabe firmando la derrama de las horas extra. Que no digo yo que no sea verdad que los agentes están a la cuarta pregunta, pero ¿todos los años?
Es tradición secular también el temblique de la Plaza Nueva cuando llegan estas fechas. Sevilla se pone hasta la bola y nadie quiere tomar decisiones que puedan catalogarse a posteriori como imprudentes. En estas cosas, siempre es más cómodo ceder que negociar. No vayamos a pensar que aquí solo tenemos nuestros pilatos en San Benito y la Macarena. Gente lavándose las manos las hay a porrillos. Y hete aquí que, como la Policía no es tonta —dice el refrán—, en el calendario cuaresmal se ha consolidado el muy barroco chantaje de la seguridad. De manera que para poder procesionar en su cofradía, usted tiene que pagar la papeleta de sitio, el donativo de las flores si procede, la tintorería para la cera del año pasado, el palco quien lo tenga y las horas extra de los agentes que, muy amablemente, le impiden el paso por calles que dan directamente a donde usted va, pero este año ha cambiado el plan del Cecop y, por su seguridad, es mejor que dé un rodeo de un kilómetro porque por este lado viene tal hermandad y por aquel lado tal otra.
Tan hermosa es la tradición de la huelga en primavera que dan ganas de pedirle al alcalde que no ceda, que aguante un poco más para que en estos días de quinarios, viacrucis, mudás, traslados, túnicas planchadas, bacalao con tomate y nervios del pregonero Juan Miguel Vega no pierda Sevilla ni un detalle de su esencia. Así que me acojo a la llamada del maestro Burgos para exclamar desde este atril: ¿estáis puestos, sindicatos de los municipales?
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