LA ALBERCA
Las prisiones de Griñán
Ni librarse de la cárcel por enfermedad le hace menos culpable, ni la culpabilidad le hace menos humano
La decisión final de la Audiencia sobre el cumplimiento de la pena de cárcel de José Antonio Griñán es tan indiscutible como la sentencia que le condenó. La Justicia ha evidenciado en el proceso de los ERE casi como en ningún otro gran caso público ... el buen funcionamiento de su sistema de garantías. Los derechos de los acusados se han respetado tanto que la causa ha tardado una década en resolverse porque los recursos de las partes se han estudiado de manera pormenorizada. La presunción de inocencia siempre por delante. Y finalmente las salas que han deliberado han coincidido en imponer condenas de inhabilitación y de prisión por prevaricación y malversación a la mayoría de los altos cargos de la Junta de Andalucía que se sentaron en el banquillo. El expresidente Griñán fue condenado por la Audiencia Provincial y posteriormente la decisión fue ratificada por mayoría en la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. Tres magistrados confirmaron el fallo de la Audiencia y dos la rechazaron. Mayor normalidad no cabe. Griñán presentó cuantos recursos pudo —aún queda por dirimir el de amparo al Constitucional, que ha sido admitido a trámite— y finalmente ha sido condenado a seis años de cárcel tras pasar una instrucción de varios años, señalamientos concretos de la Fiscalía, un juicio y una revisión en la instancia superior. La Justicia ha dicho que es culpable y, aunque su partido trató de atacarla cuando se conoció el fallo, aquí no hay nada más que discutir.
Y lo mismo ocurre con la decisión adoptada ahora por la Audiencia sobre la impertinencia de su ingreso en prisión. El proceso ha pasado por las manos de un forense, de la Fiscalía, de la acusación particular y de los magistrados. Ha quedado demostrado que el expresidente padece un cáncer muy grave imposible de tratar entre rejas. No cabe deslizar, por tanto, ningún trato de favor, como pretenden algunos. La realidad es que Griñán cometió esos delitos, ha sido condenado por ellos y no tendrá que pisar la cárcel porque el sistema garantiza los derechos humanos. La segunda parte de la historia no enerva la primera. Sigue siendo igual de culpable. Y, en reciprocidad argumental, su culpabilidad tampoco se ve debilitada por el tratamiento especial que recibirá como consecuencia de su enfermedad.
El caso de los ERE fue un escándalo y una vergüenza. Lo que hicieron los responsables de aquel fraude merece toda clase de reproches sociales, morales y legales. Hundieron a Andalucía en la miseria del clientelismo y mancillaron la imagen de los andaluces. Punto. Pero pensar esto no es incompatible con el fallo de ayer. Griñán padece un cáncer durísimo, lo han dicho los médicos. Si quienes saben del tema aseguran que está mejor cuidado en su casa, ahí es donde debe curarse. Cualquier otro sentimiento sería revanchista. Yo defiendo esto para Griñán, para Viera, para Zaplana, para Julián Muñoz, para Pedro Pacheco y para quien sea. Hay prisiones que no se salvan con partes médicos porque el preso lo es por lo que ha hecho, no por lo que le han hecho.
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