La Alberca
La cara pintada
La visión de algunos forasteros sobre Baltasar me está obligando a defenderlo a pesar de mi discrepancia
Un panfletillo digital de esos que tiran bombitas de peste en las redes sociales publicó el otro día el siguiente titular: «El alcalde de Sevilla (PP) pone de rey Baltasar a un hombre con la cara pintada y vestido de torero». Aprovecho la ocasión para ... mandarle un saludo al autor y para recordar que las redes son una pocilga informativa, que las noticias sólo pueden suministrarlas profesionales y que el sectarismo suele conducir al ridículo. El mantra ha circulado mucho fuera de Sevilla y, por supuesto, los escorados lo han propagado desde el más cerril convencimiento de que están prestando un servicio a la verdad, que, casualmente, coincide con una crítica a un alcalde de derechas. Pero esto último es sólo casualidad. Ninguno de ellos creerá, aunque yo ahora me ponga aquí a contar la historia entera del Ateneo, que a los Reyes Magos de Sevilla no los pone el alcalde. Ningún alcalde jamás. Ese detalle fastidiaría toda su farfolla. Pasando del tema porque me costaría mucho tiempo explicarles que casi ningún gran acontecimiento de esta ciudad depende del Ayuntamiento, asunto por el que Sevilla es, desde el punto de vista sociológico, un lugar genuino. Para lo bueno y para lo malo, los alcaldes sólo deben encargarse de garantizar las condiciones mínimas de las celebraciones que organiza la sociedad civil o el sector empresarial: la cabalgata, la Semana Santa, la Feria, los toros... Algunos flipan cuando descubren que la Maestranza no es municipal, razón por la que, por cierto, está tan bien conservada. En todo caso, se opine lo que se quiera, es lamentable sentenciar sin saber. Pero vivimos bajo la dictadura del sesgo de confirmación: mucha gente no quiere que las cosas sean verdad, sino que ratifique su prejuicio.
Se puede discutir si el uso de la vía pública es excesivo, si el Ayuntamiento debe subvencionar menos o si Baltasar se pasó vistiéndose de torero. Yo, de hecho, no me siento cómodo con este tipo excentricidades, pero ni cuando el Rey se viste de luces ni de lo que fuese que iban vestidos, por ejemplo, en Valencia. Sobre todo porque creo que esta fiesta es de los niños y para los niños. Tengo mis dudas con el Ateneo por la forma en que está gestionando el cortejo en los últimos años, en los que la parte comercial del evento se está saliendo un poco del vaso. Y considero, siendo yo taurino, que José Luis del Serranito se equivocó eligiendo una vestimenta que no iba en consonancia con la esencia del acto. Hay otros desfiles en los que cada uno se puede vestir como quiera, pero en la cabalgata, si se decide participar, hay que mantener su idiosincrasia. Aunque esta no es más que mi postura, seguro que habrá otras. Lo que no vale es arrear con mentiras. Y tampoco vale el papanatismo. La polémica de que llevaba la cara pintada es parvularia. Los que llevan la cara pintada hoy, de colorado, son los que han dicho semejante mamarrachada en serio. Y esta visión forastera me está obligando a defenderlo a pesar de mi discrepancia. Esto es como cuando tu cuñado se mete con tus primos. Que sí, que a lo mejor es para meterse, pero me meto yo, no tú, woke de mi alma.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete