LA ALBERCA
¿De quién son las Atarazanas?
Vázquez Consuegra ha modificado el diseño original del edificio alfonsí. Su proyecto es legal, pero ¿es honesto?
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En las rehabilitaciones de monumentos arquitectónicos se suele dar un dilema que es impensable en cualquier otro género artístico. El caso de las Atarazanas de Sevilla plantea esta discusión de manera muy clara. ¿Es legítimo que un edificio gótico de ladrillo mandado construir por Alfonso ... X hace ocho siglos se transforme por decisión de un autor contemporáneo? Cambiemos el contexto para que la pregunta se entienda mejor. Imaginemos que 'Las Meninas' de Velázquez sufre desperfectos y el Museo del Prado decide iniciar un proceso de rehabilitación. Para ello, contrata a un pintor y le encarga el arreglo. ¿Qué pasaría si ese pintor decidiese desarrollar su creatividad sobre el lienzo velazqueño y lo reinterpretase según su estilo? Es importante discernir dos conceptos: restauración y rehabilitación. Mientras que en el primer caso sólo es posible recomponer el estado original de la obra sobre la que se actúa, en el segundo se puede intervenir con el objetivo de actualizarla e incluso añadirle funciones. Sin embargo, la rehabilitación sólo es posible cuando el bien afectado no tiene un valor histórico incontestable. Y las Atarazanas de Sevilla están declaradas Bien de Interés Cultural y catalogadas como Monumento Nacional desde 1969. Este astillero es, según todos los grandes especialistas, una de las grandes joyas de la arquitectura alfonsí. ¿Puede Guillermo Vázquez Consuegra construir sobre la obra original? ¿Podría, por ejemplo, Antonio López pintar unos ángeles nuevos alrededor de 'La Colosal' de Murillo?
El arquitecto sevillano que ha rehabilitado las Atarazanas tiene una indiscutible trayectoria creativa. El Pabellón de la Navegación, el nuevo Palacio de Exposiciones y Congresos, el Caixaforum o el centro de visitantes de Baelo Claudia son edificios que, más allá de los gustos de cada uno, no pasan desapercibidos. Pero una cosa es diseñar una obra propia y otra muy distinta intervenir sobre la de un tercero. Por eso me genera muchas dudas el aspecto que desde las alturas presenta el astillero ahora. El verdadero artista es humilde, reconoce siempre el valor de los demás autores, incluso se nutre de ellos y, en definitiva, jamás les pasa por encima. Por eso cuando la vanidad supera a la capacidad de admirar pueden pasar estas cosas. La rehabilitación de las Atarazanas que ha llevado a cabo Vázquez Consuegra cumple a rajatabla con las normas establecidas, con el proyecto aprobado por Patrimonio y con las funciones que se le quieren dar al edificio en el futuro, pero no es honesta desde el punto de vista artístico. Porque es invasiva. La única manera de pasar a la historia es aportar cosas nuevas, no sustituirlas. Y ahora que está tan de moda la cultura de la cancelación, resulta preocupante que en pleno corazón patrimonial de Sevilla se cancele a Alfonso X el Sabio para mayor gloria de un autor cuyo ego, según se refleja en las nuevas vidrieras del astillero, es más grande que las naves donde la Corona de Castilla construyó sus flotas de galeras.
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