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La Alberca

Alcalde, invite a Urtasun

Sería interesante que Sanz invitase al ministro de Cultura al Archivo de Indias para que escoja al azar el legajo que más le guste: el de la creación de universidades, el de los planos de los hospitales...

Alberto García Reyes

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Ernest Urtasun Domenech es un diplomático antitaurino, hijo de unos padres activistas del comunismo catalán y saltimbanqui de la política que no conoce más sopa caliente que la de los bares de los edificios oficiales. Fue buen estudiante y tiene una formación impecable, pero toda ... su vida la ha dedicado al politiqueo. En su primera juventud fue miembro de Acció Jove-CCOO y luego se integró en el Movimiento de Estudiantes Progresistas de la Universidad Autónoma, donde estudió Económicas. Después fue coordinador en Iniciativa per Catalunya y portavoz de los Jóvenes Verdes Europeos, todo ello antes de aprobar las oposiciones a la carrera diplomática en 2010. Quiere decir esto que su pulsión política ha ido en paralelo a su formación. Vamos, que tonto no es. Todo lo contrario. Como diría mi abuela, está muy preparado. Sin embargo, a pesar de ser funcionario de la Diplomacia española, su ímpetu ideológico ha podido más que su inteligencia. Sólo ha ejercido en su puesto de trabajo cuatro años. Actualmente lleva diez en excedencia, un periodo en el que ha sido diputado del Parlamento Europeo por Izquierda Plural y Catalunya en Comú, hasta que la siempre felicísima Yolanda Díaz le ha nombrado ministro de Cultura para construir un extraordinario oxímoron: ministro de Cultura antitaurino. Algo tiene que carburar mal en sus pensamientos porque no se comprende que un hombre con este currículum haya caído en tan penosas contradicciones. Lo de los toros es, al fin y al cabo, un problema de sensibilidad. Hay gente muy exquisita a la que no le gusta el jamón. Lo malo es que Urtasun es de los que quiere prohibir lo que no le gusta. Y ahí ya tenemos el lío. Su caso es muy paradigmático del sectarismo pasado de rosca. Porque no sólo veta lo que le disgusta, sino lo que ignora. Su propuesta para eliminar el sesgo etnocéntrico de los museos y descolonizarlos es una de estas propuestas ante las que, tratándose de alguien tan estudiado, todos nos decimos para nuestros adentros: «Pobrecito, de lo inteligente que es se le ha pasado la tuerca». Si fuese un político de estos que tanto abundan ahora, con estudios inflados y vida laboral hueca, diríamos que es un cateto. Pero Urtasun está en otra escala. Lo suyo es más sofisticado. Ha caído en la trampa de comprarle el discurso simplón a los ideólogos populistas que saben menos que él. Una pena.

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