La Alberca
Alcalde, invite a Urtasun
Sería interesante que Sanz invitase al ministro de Cultura al Archivo de Indias para que escoja al azar el legajo que más le guste: el de la creación de universidades, el de los planos de los hospitales...
![Alcalde, invite a Urtasun](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2024/01/27/urtasun-ministro-foto-R8xHz0Zn47HmoMf8vN9zMLL-1200x840@abc.jpg)
Ernest Urtasun Domenech es un diplomático antitaurino, hijo de unos padres activistas del comunismo catalán y saltimbanqui de la política que no conoce más sopa caliente que la de los bares de los edificios oficiales. Fue buen estudiante y tiene una formación impecable, pero toda ... su vida la ha dedicado al politiqueo. En su primera juventud fue miembro de Acció Jove-CCOO y luego se integró en el Movimiento de Estudiantes Progresistas de la Universidad Autónoma, donde estudió Económicas. Después fue coordinador en Iniciativa per Catalunya y portavoz de los Jóvenes Verdes Europeos, todo ello antes de aprobar las oposiciones a la carrera diplomática en 2010. Quiere decir esto que su pulsión política ha ido en paralelo a su formación. Vamos, que tonto no es. Todo lo contrario. Como diría mi abuela, está muy preparado. Sin embargo, a pesar de ser funcionario de la Diplomacia española, su ímpetu ideológico ha podido más que su inteligencia. Sólo ha ejercido en su puesto de trabajo cuatro años. Actualmente lleva diez en excedencia, un periodo en el que ha sido diputado del Parlamento Europeo por Izquierda Plural y Catalunya en Comú, hasta que la siempre felicísima Yolanda Díaz le ha nombrado ministro de Cultura para construir un extraordinario oxímoron: ministro de Cultura antitaurino. Algo tiene que carburar mal en sus pensamientos porque no se comprende que un hombre con este currículum haya caído en tan penosas contradicciones. Lo de los toros es, al fin y al cabo, un problema de sensibilidad. Hay gente muy exquisita a la que no le gusta el jamón. Lo malo es que Urtasun es de los que quiere prohibir lo que no le gusta. Y ahí ya tenemos el lío. Su caso es muy paradigmático del sectarismo pasado de rosca. Porque no sólo veta lo que le disgusta, sino lo que ignora. Su propuesta para eliminar el sesgo etnocéntrico de los museos y descolonizarlos es una de estas propuestas ante las que, tratándose de alguien tan estudiado, todos nos decimos para nuestros adentros: «Pobrecito, de lo inteligente que es se le ha pasado la tuerca». Si fuese un político de estos que tanto abundan ahora, con estudios inflados y vida laboral hueca, diríamos que es un cateto. Pero Urtasun está en otra escala. Lo suyo es más sofisticado. Ha caído en la trampa de comprarle el discurso simplón a los ideólogos populistas que saben menos que él. Una pena.
Sería interesante que el alcalde de Sevilla invitase al ministro al Archivo de Indias, declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1987. Y mucho más interesante que le hiciese una visita guiada en la que también participase el presidente de México. El descolonizador Urtasun y el indigenista López Obrador podrían admirar los más de 40.000 documentos que se guardan en lo que fue la lonja de mercaderes, hoy gran cofre del legado de los territorios de ultramar. Allí hojearían los legajos de la Casa de la Contratación, los del Consejo de Indias procedentes de Simancas, los del Consulado de Cargadores, los del Consulado Marítimo y Terrestre de Sevilla o los de la Sala de Ultramar del Tribunal de Cuentas. Como Urtasun es diplomático, comprobaría escogiendo cualquier papel al azar las horrendas relaciones de España con las tierras descubiertas, las facturas de la demolición de las universidades que había allí, y los planos de los hospitales precolombinos, de los que tan buen recuerdo tiene López Obrador... Y al detenerse en la puerta al salir, ante los jardines que dan a la Avenida, ambos podrían charlar un rato con uno de los muchos grupos de iberoamericanos que se hacen selfis cada día ante el edificio en el que se guarda su historia. Podrá observar el ministro en sus rostros, si presta atención, los rasgos aborígenes y las huellas del mestizaje que se disipan en el presidente mexicano, que, como mandan los cánones, es mucho más indigenista que indígena. Y con esa imagen podría viajar después a Estados Unidos a contemplar los rubios paisajes de Virginia y la maravillosa variedad étnica que pervive en los predios descolonizados por los ingleses, tan ejemplares ellos, tan miserables nosotros.
Menos mal que la Unesco protege al Archivo de Indias de Urtasun, que no podrá tocar ni una grapa. Pero qué triste es que alguien tan político y tan diplomático, tan happy flower, no sepa todavía que lo que guarda ese edificio es el catón del progreso de la humanidad.
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