Hay que vivir
Sánchez, el antiliberal manchesteriano
El marido de Begoña Gómez cree que puede hacer todo lo que no esté prohibido, pero es al revés: solo puede aquello para lo que está habilitado
Sánchez es un liberal manchesteriano, pero al revés: en el debate entre el Estado y el individuo, con nuestro presidente gana siempre el Estado, y los españolitos no pintamos mucho, o más bien nada. Es el concepto del Estado Papá, con el añadido de que ... en la mente de Sánchez el Estado es el Gobierno y el papá es él. Si simplificamos mucho, la Historia del Pensamiento Político, al menos desde el nacimiento del Estado liberal, la cosa se puede resumir en esto:¿usted qué prefiere, de cero a diez, más Estado o más usted?
Además de la ciudad del United y del City, y la cuna del grupo de rock Oasis, Mánchester fue la primer ciudad industrializada del mundo, lo que a principios del siglo XIX propició el surgimiento de una corriente de pensamiento que acabó adquiriendo su nombre. Y aquí viene lo importante: la escuela de Mánchester sostiene que el individuo puede hacer todo lo que no esté expresamente prohibido en la legislación, mientras que el Estado sólo puede hacer aquello para lo está expresamente habilitado. Es una diferencia notable. Por ejemplo, apliquemos esta tesis a la negociación de la amnistía. El Gobierno y sus palmeros argumentan que como no está expresamente prohibida en la Constitución pueden aprobarla y aplicarla, como si tal cosa. Pero eso es una interpretación extensiva de la legislación a favor del poder político y en contra de los derechos del individuo, algo que gusta mucho en la Moncloa. Es más, otra teoría jurídica sostiene que cuando se prohíbe lo pequeño, se prohíbe lo grande. Es decir, si la Constitución veta los indultos generales, como es el caso, ¿cómo no va a vedar una amnistía?
Conclusión: Sánchez interpreta que el Estado puede hacer todo aquello que no está expresamente prohibido, exactamente lo contrario que nuestros amigos manchesterianos. Esta forma de actuar obvia que aparte de las limitaciones de naturaleza legal, el poder político tiene otras que no se deben obviar y que responden a conceptos éticos e históricos. No son jurídicamente exigibles, pero han de tenerse en cuenta. Y esto nos lleva directamente a la actitud de Sánchez en relación con las actuaciones personales de su mujer, Begoña Gómez, y sus comportamientos en el ámbito de su actividad empresarial privada. La pregunta aquí es si lo que ha hecho la señora Gómez, tratándose de la mujer del hombre más poderoso de España, está expresamente prohibido por el delito de tráfico de influencias o si simplemente debe ser valorado desde las perspectiva éticas y estética. Sánchez cree que no, como también cree que no debe dar explicaciones al respecto. Y no, la filípica de cuatro folios que difundió el miércoles pasado no sólo no es suficiente, sino que es un ejercicio de victimismo y sentimentalismo tóxico.
Al final, Sánchez se parece más a Thomas Hobbes y su concepto negativo de la naturaleza humana: el hombre es un lobo para el hombre de modo que Papá Estado tiene que estar ahí para protegerlo. El principal damnificado es el individuo. Otra vez.
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