Tetas

No nos faltan años de educación, nos sobran siglos de Humanidad para haber entendido que no somos iguales y que por supuesto el pecho de mujer remite a la fertilidad. Al sexo y a la fertilidad. La fascinación de un hombre por tocar, besar y lamer unos pechos de mujer no la sienten las mujeres al revés. Si quieren se la pueden inventar pero será otra de sus absurdas pérdidas de tiempo. Por mucho que tantos hombres quieran hacerse los modernos, si las amigas de su hija o la novia del niño se ponen a tomar el sol en tetas en la piscina de la finca va a ser una situación incómoda para todos. Tanto para las niñas que lo hagan porque ellas hacen lo que quieren, y nadie les dice lo que tienen que taparse, como para el padre feminista y moderno que luego por la noche va a tener las fantasías que no tocan por haberse puesto a permitir lo que no debía.

Es cierto que la especie mejora y que nos hemos ido sofisticando. Es cierto que adaptamos las costumbres al también cambiante sentido moral de nuestra existencia. Pero unas tetas son unas tetas para todos los hombres de todos los momentos de la Historia. Para un niño, tocar las primeras tetas que no son las de su madre es ganar una Champions. No es así para las niñas, mucho más sofisticadas a la hora de establecer lo que en el terreno de la conquista amorosa es una victoria. No es machismo que una mujer se tape los pechos. Es el recuerdo del pecado original y la conciencia del valor que tienen para un hombre: por eso sólo los muestra y ofrece a quien ella quiere. Cada cual es libre de hacer lo que le parezca, pero una mujer educada por una madre seria sabe qué desear y cómo conseguirlo. La llamada liberación sexual de las mujeres no trajo más libertad, sólo más sexo; y no creó más felicidad sino más angustia.

El bombardeo que sufren las niñas de hoy por la sobreexposición del cuerpo femenino –vestido y desnudo– en la redes sociales, es un pozo de adicciones, inseguridades y enfermedades. La autoestima de una hija, y la correcta identificación con su esquema corporal, hay que protegerla de unas amenazas que jamás habían existido ni en gravedad ni en número, y la mayor parte de ellas surge del error feminista de igualar a hombres y mujeres, cuando la naturaleza se fundamenta en nuestra diferencia y complementariedad. El pudor y vestirse son un progreso civilizado. El topless, como lo vídeos de algunos canales de internet, es lo que agradecemos que hagan las hijas de los que no conocemos, pero no las nuestras. Y todo lo demás son feministas de panfleto y subvención que han cambiado muchos menos pañales que yo.