Sánchezfare

Mientras la derecha habla de internacionalizar el conflicto y hace el mismo papelón en Europa que hicieron los independentistas, y bajo los mismos conceptos girados y el viejo tic de acusar a España de ser una democracia de baja calidad, Pedro Sánchez se escurre de la escena, se ahorra de momento el precio de su trampa y deja que sus enemigos se desgasten trabajando para él y gana tiempo para prepararles el siguiente engaño. Europa está acostumbrada a que una de las dos España haya de helarle el corazón pero no deja de tener algo de absurdo, hambriento y brillante –y de profundamente español– ver a Esteban González Pons de ropavejero en Bruselas hurgando en los mismos cubos del 'clochard' Puigdemont, con la misma violencia en sus ataques al Gobierno y ante un Parlamento que se queda vacío porque a nadie en Europa le interesan las cuitas circulares, histéricas e internas de un Estado miembro. Si de alguna ley tiene que ocuparse el Tribunal de Justicia Europeo lo hará por los cauces habituales y dictará en tiempo y forma su sentencia. Lo demás es comedia y la comedia de unos se parece a la de los otros. Dolors Montserrat y Toni Comín ha sido sólo cuestión de tiempo que intercambiaran su rol de estadista y resistente.

Pedro Sánchez fuerza siempre el error de su adversario y lo deja sin alternativa. Feijóo quedó calcinado tras una desastrosa campaña electoral y la nefasta negociación de ayuntamientos y comunidades con Vox. Con sus siete diputados, Puigdemont no tenía otra que pactar y lo que tardó no fue en decidir sino en pensar cómo se aseguraba de cobrar la recompensa pero ni la quincallería gerundí de su diabética retórica le va a servir para amarrar al bribón.

El pirata se ha escondido en el galeón de los jueces con rumbo a hundir las naves presidenciales, sin darse cuenta de que llevan a Sánchez de polizón y que cuando abran fuego van a hacer exactamente lo que él quiere para luego presentarse como el hombre de paz que necesita cuatro años más para culminar su tarea.

González Pons con su camisa blanca saldrá a celebrar la victoria al balcón, pero ya no será el de Génova sino el de un centro especializado.