De rodillas

La derecha ha hecho con normalidad su transición a la democracia y a la libertad. Es verdad que muchos periódicos venían del franquismo. Hoy estos periódicos tienen valores y líneas editoriales pero dan absoluta libertad a sus columnistas para escribir lo que les parezca. La izquierda aún milita. Y para ellos la militancia es más importante que la democracia y la causa es más importante que la libertad. Aún están en la frecuencia mental de la resistencia, esa frecuencia mental en la que eran más totalitarios que el régimen al que se oponían.

Si el derrotado del domingo hubiera sido Feijóo no pocas voces conservadoras habrían salido a pedir su cabeza y a reclamar al PP un candidato con más posibilidades de derrotar a Pedro Sánchez. En la izquierda no hay ni una sola voz que diga que el rey va desnudo, que explique que el Partido Socialista está roto por dentro y que nadie tiene ganas de hacer campaña por un líder que con su personalismo y sus delirios les ha hecho perder casi todo el poder territorial que tenían. No hay ni un solo articulista o director de programa de radio de la izquierda que reconozca abiertamente que gobernar con Podemos fue un gravísimo error y que ha resultado ser un cáncer no sólo para el PSOE sino para la idea misma de la socialdemocracia.

El drama no es ahora. Ahora hacen no más que el ridículo. Pero cuando este país o Europa vuelvan a tener problemas serios, tal vez oscuros, tal vez fatídicos, España continuará teniendo a una parte importante de sus columnistas, programas de radio o de televisión que negarán la realidad si no cuadra en su ideología, que justificarán sin rubor las más descarnadas atrocidades y dejarán por lo tanto desprotegidos a los cientos de miles de españoles que les leen y les siguen. Y digo desprotegidos por decir lo menos, porque en su ceguera sectaria son capaces de conducirlos al abismo, como no pocas veces ha sucedido. La izquierda no entenderá la libertad hasta que no asuma y digiera que el comunismo es el mayor crimen de la Historia y que Hitler fue, tal como escribió en su testamento político, un socialista.