Madrid contra la usura

El capitalismo ha de protegerse con máximo rigor y eficacia de sus manzanas podridas. Un banco tramposo y usurero como WiZink no podía formar parte ni del sistema ni del paisaje de una comunidad tan simbólicamente basada en la economía de mercado y el estilo de vida libre. Iheb Nafaa es el tipo de personaje que prospera en los regímenes totalitarios, arbitrarios, sin reglas del juego y en los que el abuso y el desprecio son la única convivencia.

El capitalismo es la forma económica de la libertad y es fuerte y fértil cuando tiene espacio para crecer, y mejora la vida de la inmensa mayoría; y cuando lo confrontamos con la economía planificada la diferencia es tan abrumadora que sólo en las mentes más miserables e ignorantes cabe el debate. Pero del mismo modo el capitalismo, como todos y cada uno de nosotros, es débil y corre peligro cuando no está atento a sus propios defectos, a los monstruos que su sueño genera, y aunque es comprensible la tentación de una cierta condescendencia, cada esfuerzo que regateamos a esta vigilancia es un trocito de la firma de nuestra sentencia de muerte.

Ser élite es un deber que comporta las mayores responsabilidades. El capitalismo es la élite de la libertad y cualquier mancha cuestiona su virtud. WiZink y la mezquindad que Iheb Nafaa encarna dan la razón a los que creen que es el mismo delito robar un banco que fundarlo. Las administraciones públicas han de favorecer la creación empresarial y no perjudicarla con intervencionismos que casi siempre son en sí mismos perjudiciales, pero han de ser implacables en la protección del sistema y la pulcritud para evitar que siempre ganen los mismos y posibilitar que tengan su oportunidad los que la merecen. Sólo así el capitalismo tiene sentido porque sólo así es el motor de un mundo más justo y más libre.

Es un buen y rápido paso en la correcta dirección que WiZink haya desaparecido de nuestro paisaje pero hay que insistir en su vigilancia extrema, y en las condenas y sanciones que sean pertinentes, para erradicarlo también de nuestra economía y de nuestras vidas si no aprende a comportarse según las normas de justicia, libertad y civilización que entre todos nos hemos dado.