todo irá bien
Más cerca
Mi hija no necesita matarme. Necesita que no me muera y ahí es verdad que el pronóstico es más incierto
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Lo vas a pasar mal el día que tu hija necesite matar al padre. Es ley de vida, sentencian, y me miran con paternalismo y regodeo. Yo guardo silencio porque son conversaciones que cuando tienes razón y la usas, ofendes al otro en lo más ... íntimo y de estas cosas sólo hablo con mis más queridos amigos.
De mi hija siempre he estado cerca pero en posiciones distintas. Cuando era más pequeña estaba detrás, marcándola como a un delantero, para que cuando se ponía a correr sin demasiado sentido no se cayera o me cayera encima, que soy más blandito. Hace algún tiempo me he puesto a su lado para enseñarle el movimiento. Dentro de unos años estaré delante para templarle los balones y ponérselos en suerte. No son posiciones estáticas. A veces vas y vuelves. Lo que importa es escuchar mucho, hablar bastante, estar cerca. Cerca. A la salida del colegio, en las cenas con mis amigos mezclados con los suyos, en la observación y saber incluso antes que ella lo que siente. Los padres asesinados por sus hijas adolescentes tenían una relación con ellas mucho más distante y fría ya cuando tenían la edad de Maria. No estaban cerca. Estaban encima y por lo tanto lejos. Autocares para ir al colegio. Normas muy estrictas. Tiempo medido para el iPhone. Escuchaban poco, hablaban demasiado, la posición era rígida y siempre la misma. Los grandes restaurantes no son para niños ni mucho menos para sus amigos. Son buenos padres, a la clásica manera en que tus hijos sienten la necesidad de matarte. ¿Es ley de vida? No es ley de vida. Es tener otras prioridades. Es que tu centro eres tú y tus hijos los satélites.
Maria es mi centro. Yo soy su accesorio. Ésta es mi misión, mi sentido. Recuerdo que cuando nació sentí el alivio de dejar de ser lo más importante de mi vida. Desde entonces ella ha sido el curso por el que todo ha fluido. No lo digo con la arrogancia del ídolo que desprecia la efervescencia de los idus. Mi hija no va a querer matarme. Me va a necesitar más, porque la esencia de mi paternidad es ella y no mis prejuicios. Mi modo de educarla no ha consistido en decirle que no cuando se equivocaba sino en ofrecerle soluciones mejores. Sé estar cerca pero sin que me vea, calculando sus movimientos y anticipándome para corregir el detalle antes de que se vuelva innecesario sufrimiento. También dejo que sufra y aprenda, pero explicándole dónde estuvo el error hasta que lo entiende.
Mi hija no necesita matarme. Necesita que no me muera y ahí es verdad que el pronóstico es más incierto. El secreto mejor guardado de España es que los padres no quieren a sus hijos, no los ponen en el centro; y aún son ellos lo más importante de sus vidas. Lo que dicen que es inevitable no es más que su pereza. Su falta de cuidado, de sensibilidad, de inteligencia. Te matan cuando estorbas. Como en política o la empresa. Si eres luz y mejoras los beneficios y la experiencia, te adoran, te reclaman, te pagan mejor y te quieren más cerca.
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