LA ALBERCA
Rosalía es populista
Hasta la música está siendo víctima del declive general, pero el flamenco no lo toquéis, por favor
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La venezolización (7/11/23)
El flamenco no, por dios. Estoy escribiendo esto mientras escucho la versión de 'Se nos rompió el amor' de la Fernanda de Utrera. Lo siento por Rosalía, pero no. Asumo que el populismo lo está arrasando todo en la política, en la economía, en ... la sociedad y hasta en la cultura. El flamenco le cede con mucho gusto ese espacio al reguetón o al pop. Pero, por favor, que no nos digan más los advenedizos que Rosalía es la nueva diva jonda. Porque duele. Es mejor que todo siga como anunció la Niña Pastori –ella sí sabe– al recoger su Grammy: «El flamenco no es de mayorías, pero sí de categoría». El maestro Juan Peña 'El Lebrijano' tenía una frase definitiva: «Lo grande y lo chico van juntos, lo mediocre va solo». Quedaos con lo mediocre y dejadnos con lo chico. Desde las conferencias de Lorca en Argentina, el flamenco tuvo que soportar la errónea etiqueta de música popular. El poeta buscaba lo mejor para su música nativa, pero muchos lo interpretaron mal. No es folclore. El popularismo no es su espacio natural. Es un género culto, muy complejo, que puso Dios en el cuerpo de unos elegidos. Decía el poeta Félix Grande que muchas de sus letras anónimas son superiores a las del Siglo de Oro. Por eso el padre de los Machado, Demófilo, se entretuvo en recopilarlas. El flamenco es música, es danza, es literatura, es filosofía y es dramaturgia. Tiene una armonía propia, la frigia, que los musicólogos han denominado 'cadencia andaluza' y cuya teoría desarrolló Manolo Sanlúcar hasta casi volverse loco. Y sobre todo tiene una estructura rítmica que expulsa a todos los medianos. El gran músico venezolano Gustavo Dudamel, actual director de la Ópera de París, lleva años estudiándola. El compás es la prueba del algodón. El mejor cantante melódico se queda fuera. Por ejemplo, Rosalía. 'Se nos rompió el amor' es una bulería creada por Manuel Alejandro para la voz de Rocío Jurado. Bulería. La estrella catalana no entra ahí, lo siento. ¿Ayuda a difundir el flamenco? Sí. ¿Puede acercar a los jóvenes? También. Muchas gracias por todo. Pero ya está. Yo sólo pido una cosa: por lo que más queráis, no volved a compararla con Camarón. Os hacéis daño.
El flamenco no se puede cantar de falsete. Prohibido. No permite interpretaciones nasales. Como dice José Mercé, se canta con la boca abierta. No admite versiones aguadas y su contenido literario es tan importante como el musical. Con la nariz no se vocaliza. A la catalana no se le entiende. Incluso en los estilos más barroquistas –véase Pepe Marchena– se cumple esa regla. Por tanto, lo suyo puede sonar aflamencado, pero jamás flamenco. Rosalía se guarda el cante duro en los cornetes para controlar la afinación. Si se lo tira a pecho, se le escapa. Y rítmicamente canta con un corsé. Contando con los dedos. Su sitio es el 'Motomami'. Ojalá siga triunfando y sus seguidores disfrutéis mucho. Yo me tengo que marchar, muchas gracias.
En la Feria Mundial de Nueva York, año 64, una gitana le negó el saludo al presidente Johnson: «Dé el cabezazo usted, que yo soy la Fernanda de Utrera». Silencio, por favor, que la estoy escuchando.
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