vivimos como suizos
Vida
Bayona no ha hecho con lo que ya sabemos una película truculenta o sensacionalista
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No sé si 'La sociedad de la nieve' me habría gustado más si no me supiera la historia. Y si la parte emocional de la historia no la hubiera mordido, masticado y digerido cuando era pequeña. O sea, cuando leí 'Viven' de manera voraz. ... También es verdad que de pequeña toleraba más lo truculento y las tragedias ajenas. Y no digo que Bayona haya hecho una película truculenta, porque salvo un plano que dura medio segundo, todo es, si no agradable, al menos no sensacionalista. Esto no es una pipa, esto no es una crítica cinematográfica a un peliculón cuya nieve te sepulta. Las avalanchas son peores, más agobiantes, que las dudas morales o religiosas sobre la comida, cosa que no me interesa. Y cuando me empieza a interesar, es decir, cuando hay que contarlo a quien no estuvo allí y no tuvo que tomar esa decisión que a la mayoría no se nos va a plantear en la vida, cuando pasa eso, Bayona ya no está.
Y no es necesariamente una cuestión generacional. Una amiga de mi edad está sobrecogida y encantada con la película. Sí me hizo notar algo importante. Cuando leímos 'Viven', esos hombres nos parecían unos señores mayorcísimos. Y ahora vemos que eran unos críos.
Las películas, como el trigo o el ibuprofeno, no sientan igual a todo el mundo. Cuando se estrenó 'Volver a empezar', coincidimos en el cine con un tío mío emocionado que al cabo de los años se había casado con su novia de juventud (aunque nadie iba a morir). Le había entusiasmado. Años después la vi de otra manera y hoy guardo orgullosa la portada ficticia de 'El Comercio' con Antonio Ferrándiz como premio Nobel que volvía a su tierra y que me regaló Garci. Vale, no es como el letrero de 'exit' que se lleva uno de los uruguayos. Pero lo que pasa en 'La sociedad de la nieve' no es como nada. Ni siquiera como el asedio de Leningrado. Porque lo que pasa no es eso tan llamativo, pero tan secundario, de comer carne humana o no. Lo que pasa es la vida. Lo que pasa es que la vida está por encima de la muerte. Y de los muertos. Y ese optimismo, ese elogio de la vida, sí me ha gustado al volverla a ver.
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