Vivimos como suizos
Todo en su sitio
Como el humor, el periodismo literario también es tragedia más tiempo
Nostalgia del edén
Donde caiga
Cien años de 'The New Yorker' y en menudo tostón se ha convertido. Y claro que el tostón es tostón porque lo comparamos con su impresionante historia periodística y literaria (la que ayer nos contaba en ABC Jaime G. Mora). Ronan Farrow es ahora ... su reportero estrella. Tócate. El (largo) aliento huele a muerto. Todos tenemos los libros que antes fueron piezas de la revista fundada en 1925. De 'La lotería' de Shirley Jackson, a 'A sangre fría', de Truman Capote. De 'Hiroshima' de John Hersey, a 'Eichmann en Jerusalén'. Si el humor es tragedia más tiempo (se atribuya a Mark Twain, Lenny Bruce o Woody Allen), el periodismo en 'The New Yorker' también es tragedia más tiempo. Hannah Arendt quería conocer a Adolf Eichmann. Yo qué sé, hay quien quiere conocer a Julio Iglesias. Se ofreció a cubrir el juicio para la publicación. William Shawn, el director, le concedió la extensión que necesitara sin fecha de entrega. Ni extensión ni fecha.
Hannah Arendt tuvo un accidente en marzo de 1962 en Nueva York. Un camión chocó con el taxi que la llevaba a Central Park. El impacto le destrozó la cara, los dientes y nueve costillas. Cuenta Lydnsey Stonebridge en 'Somos libres de cambiar el mundo. Pensar como Hannah Arendt' (Ariel) que cuando recobró el conocimiento comprobó que se podía mover y puso a prueba su memoria. Década por década, poesía, griego y alemán e inglés. Luego, números de teléfono. Lo recordó en una carta a Mary McCarthy. «Todo en su sitio», pensó. Un año antes había ido a Jerusalén al juicio de Eichmann. Y los cinco artículos que más tarde se publicarían como el libro 'Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal' salieron en la revista en la primavera de 1963, un año después del accidente.
Me está divirtiendo mucho 'Simios Apóstoles' (Athenaica), de Juan Bonilla. Hablando de periodismo cita 'Hiroshima', uno de los grandes reportajes de 'The New Yorker' (un número completo). Dice Bonilla que «si enumeramos los nombres de los grandes periodistas de nuestra historia –Camba, Gaziel, Xammar, Chaves Nogales, Ruano, Umbral, Ferlosio– obtenemos la deliciosa certeza de que entre todos no dieron una sola noticia en sus vidas: se limitaron a comentar la vida, los hechos de la vida, a veces sentados a cientos de kilómetros de donde estaban sucediendo los hechos que referían. Porque las grandes noticias se dan solas, no hace falta un gran periodista para ponerlas en marcha, y cuando son periodistas los que las sacan de la oscuridad, luego raramente la historia del periodismo les paga con un puesto de honor». Y ejemplo de lo primero es 'Hiroshima'. Y de lo segundo, Melchor Miralles y Ricardo Arques informando sobre los GAL. «No hay ninguna historia del periodismo español que destaque a sus autores como grandes periodistas».
Somos necios hasta para valorar qué es el verdadero periodismo.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete