Vivimos como suizos
El péndulo
El profesor Francisco J. Ayala ha visto ensuciados sus obituarios por la chifladura del Me Too
En 'Almas en pena de Inisherin' hablan de la amabilidad. Colm (Brendan Gleeson), después de decirle que no quiere ser más su amigo, pregunta a Pádraic (Colin Farrell) qué es más importante en la vida, ¿el arte, el trabajo, o simplemente ser amable? Le pregunta ... si recuerda a alguien amable del siglo XVII y le pone de ejemplo a Mozart. ¿Era amable? La hermana de Pádraic, la única inteligente frente a tanto botarate, le aclara que Mozart es del XVIII.
Ha muerto Francisco J. Ayala, uno de los científicos españoles más relevantes del siglo XX, como escribía ayer Nuria Ramírez de Castro. A punto de cumplir 89 años, el genetista y experto en Biología de la Evolución ha visto (es un decir) ensuciados sus obituarios por las chifladuras del Me Too. Diez millones de dólares dio a la Universidad de California en Irvine (UC Irvine) en 2011. Siete años más tarde era el peor de los hombres por la denuncia de tres mujeres que se quejaban de tocamientos y comentarios sexuales. «Saludar con un beso en las mejillas o hacer cumplidos sobre la belleza de una mujer no es acoso sexual», declaró a este periódico. Dio igual que otras compañeras lo defendieran. Fue considerado culpable tras una investigación de seis meses (culpable según la Universidad) y renunció a su puesto en la UC Irvine. Hasta la revista 'Science' desveló el informe. Y a 'Science' dijo Ayala: «Han convertido actos de cortesía en hostigamiento sexual».
En julio de 2018, Emilia Landaluce habló con cuatro mujeres destacadas que lo conocían. A Virgina Trimble, astrónoma especializada en la evolución de las estrellas y galaxias, le parecía el asunto parte de la histeria colectiva de la que no se salvaban ni los muertos (muchas alumnas se habían quejado del Nobel de Física Richard Feyman). Según Trimble, siempre la abrazaba, como a muchas mujeres y a muchos hombres. Le parecía un héroe para la comunidad científica por defender la Teoría de la Evolución en estados conservadores. Elizabeth Lofuts, una eminencia en psicología cognitiva, contaba la vez que una profesora llegó tarde y no tenía sitio. Ayala la invitó en broma a sentarse en su regazo. Ella se molestó y él se disculpó. Loftus hablaba de caza de brujas. «El péndulo está ahora en el feminismo radical, pero advierto que volverá con fuerza al otro lado. Hay miles de chicos que después de haber sido expulsados por cuestiones de consentimiento sexual están denunciando a las universidades. Todo esto acabará perjudicando a las mujeres». Una de las denunciantes ocupó el cargo de Ayala en la UC Irvine hasta que dimitió por dirigir acusaciones falsas de acoso sexual contra otro profesor. Las predicciones optimistas de Loftus las han hecho también Woody Allen y Tarantino. Pero el péndulo sigue donde las cabras. La amabilidad babosa, la galantería arcaica de Ayala sigue siendo importante.
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