vivimos como suizos
Por Mississippi
Ante el discurso mamario, el de Miguel Rellán: pues yo me voy a sacar la chorra
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Hay gente que se peina y gente que no se peina. Hay mujeres que enseñan las tetas y mujeres que no. En 'Invierno en los Abruzos' (del libro 'Pequeñas virtudes'), Natalia Ginzburg cuenta que la modista del pueblo dividía el mundo en dos bandos: ... los que se peinan y los que no se peinan. Podemos dudar si el argentino Milei se peina o no. Si su despeinado es tan elaborado como el de Matthew Macfadyen cuando hizo de Mr. Darcy en 'Orgullo y prejuicio', la película de 2005. Fran Lebowitz, que habla mucho pero escribe poco, sí escribió que hay personas que llevan o llevaron el mismo peinado. Por ejemplo, William Wordsworth y Frank Lloyd Wright, Jean Cocteau y Elli Wallach o Strindberg y Katharine Hepburn. A Nacho Faerna le parece que Milei es Murat en feo. Murat, el cuñado de Napoleón, en el retrato de François Gérard.
También hay mujeres que enseñan las tetas y mujeres que no. A mí en general, como a Juan Abreu cuando habla de Rita Maestre en 'Eros y política', «una mujer que enseñe las tetas ya me merece el máximo respeto…». Otra cosa es que lo haga en una capilla. Alguien importante del Ayuntamiento de Madrid, y con la confianza de llevar trabajando con ella un tiempo, preguntó a Rita Maestre: «Rita ¿por qué enseñaste las tetas en una capilla?». Y ella, con buen tono: «Porque tenía 23 años». Supongo que si a Eva Amaral se le pregunta por qué enseñó las tetas en su actuación en el festival de Aranda de Duero (dejando aparte esa tontería de por Rocío, por Rigoberta, por Zahara, por Mississippi) lo mismo dice que porque tiene 51 años. Pues muy bien. Como cuando Aurora Bautista las enseñó en 'Los pasajeros' (1975). Con 50. Cuando era importante. O no. Venga, en España, a partir de esa época ya no fue subversivo hacerlo. Y menos en un escenario o en una pantalla de cine. Si las enseñas en esos lugares y crees que estás haciendo algo discursivo es que eres como Daffyd Thomas en 'Little Britain', que creía ser el único gay del pueblo.
El otro día se publicó este titular en 'La Vanguardia': «Los nudistas denuncian la invasión de gente en bañador en sus playas». Y más: «Los naturistas piden al Govern que despliegue agentes cívicos y proteja estos arenales». Los proteja de los «textiles». Habrase visto poca vergüenza, que van en traje de baño donde la gente tradicionalmente está desnuda y tranquila. Vaya usted a otras playas y no moleste. En realidad, este es el estado de ánimo y el estado de las cosas. No puede ser que enseñar las tetas sea la gran cosota. Además, no es improvisado, como el «pues yo me voy a sacar la chorra» de Miguel Rellán. Cómo va a ser eso una revolución. Cuando Camille Paglia y Julie Burchill se pelearon, Germaine Greer calificó el choque como un encontronazo de luchadores con tetas. Prefiero verlas (y las de Amaral están muy bien) a esa forma vacía de hablar de quienes creen que tienen algo que decir con sus tetas.
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