Vivimos como suizos
El manubrio
«Te quiero más que a nadie, incluido el perro», escribió Bioy Casares a Elena Garro
Explicaciones
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Iowa. 2016. «Podría pararme en mitad de la Quinta Avenida y disparar a gente y no perdería votantes» (Trump). Distinto es disparar a perros, como sabe Kristi Noem, gobernadora de Dakota del Sur y quien en más quinielas estaba para ir de vicepresidenta con ... Trump. Contó que disparó a su perra Cricket. La perra no se recogía temprano, no se portaba bien. Ann Perry tuvo mejor prensa, aunque matara de adolescente con su amiga Pauline a la madre de esta. Le dieron 45 ladrillazos.
Una carta de Bioy Casares (casado con Silvina Ocampo) a Elena Garro (casada con Octavio Paz): «Te quiero más que a nadie, incluido el perro». Vista hoy, esa declaración supera cualquier carta de Salinas a Whitmore («sentir en el bolsillo, junto al pecho, el bulto de tu carta»). Pidió a Whitmore que le escribiera a máquina porque así le tocaban más palabras.
Lo de Garro y el perro de Bioy acabo de leerlo en 'La reina de espadas' (Lumen), de Jazmina Barrera, deslumbrante libro sobre la escritora mexicana. «Con ella cuesta mucho trabajo separar los hechos de la mentira; la mentira, de la literatura, y la literatura, de los hechos».
María Zambrano, que tanto gusta a Carlota Casiraghi, era amiga de Elena Garro. Se conocen cuando Elena y Octavio vienen a Madrid al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura (lo contó en 'Memorias de España 1937'). En una de las entrevistas de José-Miguel Ullán con la filósofa de 'Qué me dices' (Libros de la Resistencia), Zambrano cuenta: «A Octavio lo conocí en plena guerra, en viaje de novios. Él y su mujer eran dos ángeles. Era una maravilla Octavio. No quiero decir con ello que después… No. Era una maravilla…». Las cosas que cuenta Garro de Paz serán ese «no quiero decir con ello que después…» de Zambrano.
Elena Garro intentó quitarse la vida varias veces. La primera cuando se casó con Paz y quiso lanzarse a las vías del tren, otra con gas y otra con un alambre. En sus diarios dice que, ya divorciados, Octavio Paz la animaba. «Recuerdo cuando lo recogí en mi casa de París y me rogaba que me suicidara para poder hablar bien de mí…». El día del alambre apareció Zambrano, que vivía, junto a su hermana, con los Paz. La filósofa encontró a Elena en el comedor, con la luz apagada, colgada del cuello con un alambre del candil. Octavio Paz quería llevarla a un manicomio, pero Zambrano se opuso, y como la respetaba mucho, desistió.
En la entrevista de Ullán, Zambrano recuerda que le pilló el antiorteguismo, pero que no movió el manubrio del orteguismo («algo que yo no podía tener ni lamento no haber tenido»).
Me imagino la máquina del fango con un manubrio, con una manivela a la que alguien da vueltas. No solo con Garro cuesta trabajo separar los hechos de la mentira. A lo mejor las cartas de amor de Óscar Puente son del tipo «Te quiero más que a nadie, incluido el perro (Sanxe)».
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