Deshumanizar

Hace pocos años en España nos sentíamos muy orgullosos del sistema de trasplantes y de no tener partidos importantes de extrema derecha. Orgullosos en sentido figurado y metafórico, como ahora dice Vox que es lo de colgar a Sánchez por los pies. A Rufián le preocupa por el impacto en la calle. «Es casi incitar al ataque físico». Rufián es como Cecil B. DeMille cuando escribió en 'Mis diez Mandamientos': «Aunque ignoro las causas (los psicólogos podrían desentrañarlas mejor que yo), los movimientos llamados conservadores suelen atraer a ciertos colectivos de chiflados. Tal vez la extrema izquierda tenga también sus propios locos, pero no estoy muy seguro». Rufián y muchos como él ven a esos chiflados con la mirada fija en los tobillos de Sánchez.

Otra cosa recurrente es el periodismo de datos. O el Twitter (¿quién dice X?) de datos. Y entonces te recuerdan cuando Magdalena Álvarez dijo en el Congreso que Esperanza Aguirre sólo podría haber estado «colgada de la catenaria o tumbada sobre las vías» porque era el «único sitio de la estación que es de la Comunidad». Pero eso es un clásico. En la era de Twitter están todos esos pantallazos de podemitas que se reproducen sobre guillotinas o empalamientos.

En Francia se ha normalizado a Le Pen, mientras Mélenchon es ahora el demonio. Ha cambiado la percepción de los líderes políticos en los extremos. Y hay más franceses que creen que Le Pen no es un peligro que los que creen que sí. Fuimos por detrás en tener partido de extrema derecha, vamos muy por detrás en la percepción.

Da igual reflexionar. La escandalera por lo de Abascal parte de un mecanismo mental ajeno al pensamiento.