Vivimos como suizos
La catástrofe
Ser una vieja lúcida y con la luz pagada como Margaret Atwood es una opción bastante deseable
El lado correcto
Perros
La vejez es una masacre, escribió Philip Roth. No fue muy original. Mucho antes, María Félix contó qué cosas hacía para «detener un poco la catástrofe». Gimnasia, dentista, pelo: «A mí edad, tintarse. Porque pestañas con canas no van». Claro, que no es lo mismo envejecer siendo María Félix que siendo Margaret Atwood ... . En 'La segunda mujer' (Athenaica), Murielle Joudet reúne ocho ensayos sobre cómo afrontan las actrices lo de 'La segunda mujer', título de la obra de Gena Rowlands en 'Noche de estreno' y reflexión sobre la madurez ambientada en el mundo del teatro. Rowlands encarna a una prestigiosa actriz que protagoniza una obra sobre una mujer enfrentada al envejecimiento. En su libro, Joudet escribe de Nicole Kidman, Thelma Ritter, Brigitte Bardot, Meryl Streep, Mae West, Frances McDormand, Isabelle Huppert y Bette Davis. Pues tampoco es lo mismo envejecer siendo Thelma Ritter que Brigitte Bardot o Mae West que Frances McDormand.
No sé si me tomaré la vejez (si llego) tan bien como Margaret Atwood. En la entrevista con Bruno Pardo, y acerca del negociado de los achaques, le dijo: «Los jóvenes también enfermáis. Y eso sí es una tragedia. Los viejos ya hemos vivido, estamos más preparados para la enfermedad… Tal vez ahora ser joven sí sea un problema». Antes le había dicho que los viejos tienen más libertad porque a la gente le importa menos lo que dicen y porque no tienen un batallón de gente de su edad juzgándolos por detrás. «Muchos de ellos están muertos, pero es que también nos hemos vuelto menos juiciosos. No somos tan juiciosos como los jóvenes». Ja, ja, ja, tan porculeros. Ser vieja lúcida y con la luz pagada debe de estar muy bien. La otra opción creo que me acerca al suicidio como plan de pensiones.
Lo más inteligente es vivir de joven, o de lo que sea, como si una fuera ya vieja, consciente de la vulnerabilidad de cualquiera. Cuando más prisa tengo, digamos en la ducha que tendría que ser a las seis de la mañana, pero suele ser a las seis y cuarto, más despacio voy para no darme un trastazo. Es como la prevención del descampado, la de no ir por un descampado o por una calle oscura desde que eres pequeña (no pequeño). Otro de esos temores, y este es unisex, que me llevan a extremar el cuidado es el (puto) carril bici de Serrano, invento del demonio que corre por la acera y donde los ciclistas van a toda velocidad lanzando al peatón sus rutilantes derechos. Van como si lanzaran caramelos desde la carroza de una cabalgata. Yo me siento como si en lugar de caramelos me tiraran aquello que lanzaron en la cabalgata de Reyes de Utrera hace unos años: tornillos, clavos y todo tipo de productos de ferretería.
Rex Harrison dijo que había llegado a la edad en que tenía que probar que seguía siendo tan bueno como nunca lo había sido. Las mujeres llegamos a eso enseñadas. Atwood también.
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