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Arma y padrino

Cosas que no hacer en Navidad

Yo de ustedes, no invertiría tiempo de vida en ver la serie de Sorogoyen e iría a lo seguro: 'La jungla de cristal' nunca falla

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Rebeca Argudo

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Fuera enfermedades, patologías y adicciones, desconfío de los que no beben: algo traman o algo esconden. Lo mismo, pero al revés, me ha pasado con la serie de Sorogoyen: desconfío de los adultos que me dicen que les ha gustado. No voy a discutir ... por algo así, ni a romper una amistad, pero fingiré una llamada o recordaré súbitamente una cita ineludible. Algo creíble, no sé, una operación a corazón abierto o un trasplante, y saldré corriendo. No es que no me haya gustado como no me gustan las películas francesas de gente intensa hablando mucho rato en jardines ideales. A esas soy capaz de reconocerles algo, aunque solo sea una atmósfera de cierta profundidad emocional o literatura en los diálogos, o unas buenas localizaciones y un ajustado casting de gente guapa. Pero a lo de Sorogoyen (me encanta decir «Sorogoyen», me suena como 'tocomocho' o 'calandraca', o 'chisgarabís') no le he encontrado nada más que cierto esfuerzo por resultar novedoso y personal, como una primera novela corta de taller literario o un ejercicio de estilo de penúltimo curso de comunicación audiovisual. Todo me chirría en esta serie, llámenme tiquismiquis ('tiquismiquis' también me gusta, como 'Sorogoyen'). Donde otros ven a buenos actores resultando muy creíbles, yo veo a gente muy natural delante de la cámara pero que no actúa, sino que es ella misma; donde ven padres modernos y enrollados que hablan de follar, yo veo una conversación demasiado forzada para resultar desenfadada (sin lograrlo). Y donde otros ven a Benjamín Prado haciendo de Benjamín Prado, yo veo a Benjamín Prado haciendo de Benjamín Prado cuando hace de Benjamín Prado. Que los personajes no evolucionen ni lo más mínimo a lo largo de diez (¡diez!) años, tampoco ayuda a que me resulten creíbles o simpáticos. Parece que, para el director, es suficiente con ponerles canas en el capítulo 8, y que ella haya sido madre, para quedarse satisfecho con el arco evolutivo de sus personajes. En realidad, sabemos que cumplen años porque cada episodio se desarrolla entre la Nochevieja y el Año Nuevo (se titula 'Los años nuevos', ¿lo pillan?), año tras año, desde que se conocen los dos protagonistas hasta que se acaba la serie. Así que tendrán que cumplir años, digo yo. Y, realmente, acaba uno con la sensación de llevar esos diez años delante de la tele. A mí se me hizo un poco menos larga porque, lo confieso, las escenas de sexo las pasaba rápido. Además de gratuitas y excesivamente largas, me resultaban incómodas. No por mojigatería, sino por la misma razón por la que me lo resultan las páginas de deportes en el periódico: porque no me interesa cuando lo hacen otros. Si, encima, no aporta nada a la historia (el folleteo, no el fútbol) ni es especialmente virtuoso estéticamente, me siento como si me estuvieran rellenando metraje porque no sabían qué más contarme y no podían colar un capítulo más corto. Yo de ustedes, en Navidad, no invertiría tiempo de vida en ver la serie de Sorogoyen e iría a lo seguro: 'La jungla de cristal' nunca falla.

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