Arma y padrino
Con el alcalde de Vita
Quieren que el mal gusto y la falta de prudencia sean delito. Y lo quieren muchos de los que lamentaban que Valtonyc fuese encarcelado
Breve manual para ser de izquierdas bien
Empieza hoy
Tiene José Mota un 'sketch' maravilloso que les recomiendo ver si tienen por ahí un ratito. Se titula 'Enchistamiento criminal' y en él se juzga a un tal Samuel Godello, acusado de asesinar a catorce compañeros de oficina (dos se le escaparon), y a Andrés ... Valiño, que hizo un chiste sobre el tema («mira, otros catorce trabajadores que no llegan a fin de mes»). La abogada defensora se niega a defenderle y hasta al propio homicida le parece miserable que se ría de la muerte de catorce personas inocentes. Acaban absolviendo al asesino por enajenación transitoria y Valiño es condenado a tres años de cárcel y a indemnizar al criminal por daños morales. Me acordaba de él y de la risa que me produjo en su momento la sátira (exageradísima en aquel momento) al ver hiperventilar a tanta gente por la mala sombra y pésimo gusto del alcalde de Vita, un pequeño municipio de Ávila con la friolera de 79 habitantes. Resulta que el regidor, contentico de más, se subió a las tantas de la mañana al escenario en las fiestas de su pueblo y, micrófono en mano, entonó un canción popular. Una bastante repugnante e impropia de un cargo público, por mucho que esté de fiestas y mucho que le aplauda la parroquia. Más por decoro que por normativa, por respeto al cargo que ostenta y a sus vecinos. Digo que me acordé de la parodia de Mota porque, cuando la vi, aquello parecía una mofa hiperbólica sobre cómo una sociedad a la que le están metiendo la corrección política hasta en la sopa, es capaz de llegar a distorsionar de tal manera su percepción de la realidad que no separa la acción de la expresión. Lo triste, y ahí se congela la risa o se torna nerviosa, es que ahora ya no sería una sátira: sería costumbrismo. Se está pidiendo, y lo hacen en serio, que sea delictivo el entonar una canción desafortunada (desagradable, nauseabunda, repulsiva, todo lo que ustedes quieran y tendrán razón) como si entre lo cantado y la realización real de aquello que se canta no hubiese diferencia. Están pidiendo, todos esos adultos racionales tan airados, que interpretemos de manera literal el cántico. Que demos por hecho que ese señor es un peligro público y un pederasta, un violador de niñas. Y que le castiguemos. Quieren que el mal gusto, la impertinencia y la falta de prudencia sean delito. Y lo quieren muchos de los que lamentaban que Valtonyc fuese encarcelado por llamar a matar guardias civiles, o al rapero Pablo Hasél por enaltecer el terrorismo e injuriar a la Corona. Confunden, quiero pensar, que algo no guste con que deba ser prohibido, y hacer con decir. Y así es como ponen su pequeño granito de arena para ser colaboradores necesarios en la erosión de la libertad de expresión, convencidos de estar haciendo lo correcto y orgullosos de su admirable moralidad. Sin darse cuenta de que, en tiempos como estos, son precisamente los insolentes, aunque nos disguste lo que digan, los que ensanchan nuestras libertades.
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