PERDIGONES DE PLATA
La vida es bulo
La sinceridad está sobrevalorada y el bulo simboliza el triunfo de la imaginación bastarda
Los zapatos de Trump
Ni golpe y cobrar
Tantísima sobredosis sobre la bellaquería del bulo se ha precipitado sobre nuestras cabezas que uno, maldita sea, cambia de bando y se apunta al bulo, defiende el bulo, adora el bulo y vindica el bulo. La vida es bulo. Dame bulo y gasolina, papito. ... Dame bulo porque el bulo representa la vidilla culebrosa y la espuma de nuestros días, los higadillos de casquería sacrosanta como de chicle visceral, el chupito de tequila que te traslada al infierno, el latigazo que estimula tus neuronas y el fogonazo que te provoca una epifanía de lo que sea. Dame bulo, mucho bulo, recio bulo, buen bulo. Sí, por favor.
La sinceridad está sobrevalorada y el bulo simboliza el triunfo de la imaginación bastarda. Frente a la aplastante verdad científica, matemática, granítica, el bulo no es sino el regate nuestro de cada día que nos permite domar la triste realidad. La verdad segrega aspecto de rígido microscopio, de fin de mes implacable o, peor aún, de patinete eléctrico. La verdad nos convierte en autómatas, almas de metal y relojes de cuco. El bulo, sin embargo, adopta forma de tubérculo peléon que pretende brotar desde el lóbrego universo subterráneo para rechupetear lametones solares y así aliviarnos las existencias con sus trolas teñidas de subgénero literario y seudoperiodismo rampante. Existío hace años un intento en España por fomentar el bello bulo, disparatado y dadaísta, gracias a una publicación titulada, si no recuerdo mal, 'Noticias del Mundo'. Idilios entre hombre lobo de Albania y bruja feroz nacida en Tasmania. Abducidas que, tras su estancia en un platillo volante, quedaban embarazadas de trillizos de padre alienígena. Yetis que bailaban chachachá sobre cadáveres congelados de alpinistas en el Everest. En fin, esas cosas. Yo compraba, ávido de bulos gloriosos, aquel papel vocinglero. Para reírme, claro. Pero fuimos pocos en apreciar aquella arquitectura archibulera porque el tinglado, ay, quebró. El bulo no es sino la penúltima bufonada sanchista. No lo olvidemos. Arriba el bulo y Gibraltar español.
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