Titán

Anda el planeta en fase de atroz uniformización y en los centros de las grandes ciudades observamos las mismas tiendas franquiciadas. No importa deambular por Chicago o atravesar aquel viejo París de Jacques Yonnet con sus calles de maleficios, ahora sólo topamos contra pizzerías, burguers y locales de ropa idénticos. El carnero/borrego/cabra supone la divina diferencia que conviene preservar pues representa un emblema entre friki y tradicional que apreciamos los que carecemos de cadenas ideológicas. Cuando vivíamos en Tánger durante aquellos emocionantes años 70, un par de veces al año marchábamos a Ceuta de fin de semana para repostar. Recuerdo los churros con chocolate que desayunábamos en el hotel La Muralla (hoy creo que es un parador), pero sobre todo no olvido, entrando y saliendo de los comercios donde mi padre compraba botellas de whisky y mi madre media tonelada de embutidos, la presencia de los legionarios. Incluso de niño detectabas algo singular en ellos. Destilaban lluvia John Wayne con sus camisas abiertas de pecho lobo, sus tatuajes, sus barbas, su caminar preñado de autosuficiencia. Imponían respeto incluso cuando te sonreían mientras alborotaban tu cabellera. Libremos al carnero/borrego/cabra de la Legión del ocaso anunciado. Salvemos a Titán.