PERDIGONES D EPLATA
El repelús
Los soponcios de ante la bandera de Nogueras no le impiden cobrar el españolísimo sueldo de diputada
Bajo tierra
Bildu en La Moncloa
Hay algo de rabieta infantiloide que linda con el 'merluzismo' profundo en los arrebatos de repelús que agarra Míriam Nogueras cada vez que aparece frente a sus fauces una bandera española. La bandera española le causa en mismo efecto que un crucifijo apuntando los ... colmillos de Drácula, que la kriptonita capaz de mermar los superpoderes de Superman, que una bala de plata encajada contra el corazón de un hombre lobo o que un programa de divertida e intrascendente telerrealidad frente a la sesera de un intelectual del lado pedante de la vida. Es un efecto como de sufrir un yuyú que te desintegra y te obliga a modificar tus planes. Ella observa en lontananza una bandera rojigualda, se le altera la respiración y por ahí ya no cruza. Vade retro, banderita. Claro que, en verdad, con esta feroz tirria que le profesa a nuestro estandarte, le otorga acaso sin ser consciente una fuerza magnífica, formidable, casi paranormal. Para que luego algunos opinen que las banderas sólo representan un símbolo caduco… Si le importase un rábano la nuestra no montaría tantos numeritos a su costa, pero al agarrar esos disgustos grimosos reconoce que mana de la enseña una suerte de rayos cósmicos que la perjudican con notable potencia. Sólo cuando el temor nos embarga adoptamos poses entre ofensivas y defensivas, en cambio si la tranquilidad nos acompaña no prestamos la más mínima atención.
Cuando el perfume de la bandera española asalta la delicada pituitaria de doña Míriam tememos que su cabeza se arranque en alarde giratorio como si fuese la testa de la niña de 'El exorcista' y entonces, qué remedio, efectúa ademanes como de asquito. Pero este asco no le impide cobrar el españolísimo sueldo de diputada ni colocar (ahí estuvo rápido Rufián) a sus compañeros de Junts en españolísimas empresas con jugosa participación del Estado. La pela es la pela. Los soponcios que muestra doña Míriam ante los colores de España no son sino el folclore rancio, puro teatrillo amanerado, para contentar a los militantes más simples de su causa.
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