Perdigones de plata
Y sin regatear
Hay que regatear siempre, te aseguran los listos antes de que te desplaces hasta aquellos calores
El remolino
La España espontánea
Como tantos y tantos españoles ávidos de pátina pintoresca enlatada dispuesta oportunamente para saciar el voraz apetito del guiri que lo visita todo deprisa-deprisa, el amado líder Sánchez, su esposa Begoña y sus hijas acudieron hasta Marrakech para disfrutar de unas jornadas de relax ... no hace demasiado tiempo. Ah, Marrakech y su plaza de Jemaa el-Fna con los encantadores de serpientes que han dejado melladas antes de enseñarlas a bailar, con sus puestos típicos donde las moscas revolotean risueñas entre restos de cuscús, con sus vendedores de palique poderoso y babucha afilada, con el rastro del resentido Goytisolo y con el perfume especiado tan moruno-moruno que tanto seduce a la tropilla de turistas.
Pero claro, en Marrakech el entretenimiento natural, casi un deporte obligatorio, se basa en el regateo que preside cualquier compra-venta en cualquier bazar. Sucede lo mismo en Estambul o en cualquier ciudad donde brilla la morería. Hay que regatear siempre, te aseguran los listos antes de que te desplaces hasta aquellos calores. No es fácil domar el arte del regateo, exige paciencia, tesón, voluntad, capacidad para farolear y cierta cintura para soportar la pesada tabarra. Pero aunque lo tuyo no sea regatear porque careces de ancestros fenicios o porque te decantas por el lado laxo de la vida, al final aprendes. Por castigo, por rutina y porque te hartas de parecer más melón de lo que eres y te aflora cierta dignidad ante las tomaduras de pelo. Narran las crónicas que Sánchez y su parentela se alojaron en un lujoso hotel. No esperaba menos, caray. Pero sospecho que apenas pisaron los típicos bazares de alfombras pespunteadas de lentejuelas, bandejas labradas a mano y puffs de esos rellenos de crin vegetal donde luego nadie se sienta porque rompen el culo que no veas. Si hubiese trapicheado feroz en esos lugares angostos, habría destripado los misterios del regateo. Pero no es así. Él no negocia, sólo cede, concede, gratifica y regala. Todo. Y sin regatear. Y luego dicen que viajando se aprende…
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