Perdigones de plata
Un pata negra
Respeto mucho el esfuerzo físico del prójimo y a cualquiera que se gane la vida con sus manos
Jueces 'Roy Bean'
Cambiar de móvil
Mis mañanas transcurren en un edificio de oficinas, una mole que gasta la personalidad morosa de un bufé libre o un vaso de cartón. En una planta venden seguros, en otra vegeta una academia de algo y en otra, lo vi porque me equivoqué de ... altura, descubrí una vasta estancia con un montón de chavales que posaban una mirada fija contra la pantalla de sus ordenadores. Si nos dijo Umbral que toda rubia allende Pirineos era sueca, todos los mozos de menos de treinta años me parecen, desde la nostalgia, unos chavales. ¿En qué trabajaría aquella mocedad reconcentrada? Imposible saber si negociaban, compraban, mareaban o se dedicaban, yo qué sé, a la estafa piramidal.
En alguna parte de ese edificio están de reformas. Hay trajín de curriquis de manos curtidas que van y vienen, de camionetas que aparcan a su aire. Ayer temprano coincidí con un operario cargado con un saco de cemento bastante respetable. Lo portaba sobre el hombro con la elegancia de aquel Curro Jiménez llevando una especie de manta bandolera para combatir los fríos de la sierra. Sonó su móvil. Mediante ágil giro de muñeca lo agarró. Escuchó un instante y luego sentenció: «Se hará lo que se pueda, vamos a tope y la faena no falta». Lo pronunció sin acento de ultramar y así certifiqué su condición de español pata negra. Un verdadero español acarreando un saco de cemento… Esto no lo observaba desde que era un niño, por eso me asombró, maravilló y chocó. Si todavía quedan españoles dispuestos a cargar sacos de cemento que uno sólo podría levantar un par de palmos del suelo, con muchos gemidos y peligro de hernia en fase de alarma roja, quizá no todo está perdido. Respeto mucho el esfuerzo físico del prójimo y a cualquiera que se gane la vida con sus manos, con su sudor, con su cansancio. Si algunos compatriotas no han renunciado a las duras labores, en estos tiempos de IA y cambalaches de mercachifles, intuyo que existe, allá lejos en el horizonte, cierta esperanza. Claro que, luego detectas el ómnibus menguado en microbús, y la esperanza se diluye.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete