Perdigones de plata
Paseadores de mocho
Qué escasa vergüenza la de los que intentan sacar provecho del horror
Valor de Rey
La verdadera gente
Deplorable el papelón de los chismógrafos profesionales, de los irresponsables de red social, de los que lanzan rumores, bulos, proyectiles preñados de pus o informaciones sin contrastar. Qué escasa vergüenza la de los que intentan sacar provecho del horror para su mayor gloria a base ... de 'likes' y 'clicks'. Qué asco sus solidaridades de saldo y foto fija, su oportunismo de bagatela y selfi, su anhelo por tirarse el rollo mientras esgrimen la fregona medio segundo o acaso embadurnándose las rodillas de barro para lograr un efecto de mayor dramatismo. «Paseadores de mocho», les hemos bautizado en Valencia. Nos quejamos de los políticos pero quizá sólo representan el reflejo de una parte de la ciudadanía sin duda descentrada, habituada a las malas artes incluso en las ocasiones en las que debe de primar la delicadeza y la sensibilidad más elemental.
Lo de los aparcamientos hidrató sus morbos y fertilizó su lado de buitres carroñeros. Hablaban de 'cementerio' con la mirada trufada de un secretismo de pacotilla. Aseguraban que habían escuchado las palabras de los uniformados y que estas transmitían un apocalipsis que ni en la carnicería de la batalla del Somme. Ignora uno de qué fuentes contaminadas bebían, en qué manantiales de trolas chapoteaban. Que si uno escuchó lo que otro creyó oír de un tercero que pasaba por ahí y que había captado un runrún de no sé qué. Se diría que esperaban ansiosos miles de finados para ejecutar sus danzas fúnebres de caras largas y lágrimas artificiales. Todo por la audiencia. Pronto se olvidan las enseñanzas que brotaron de la tragedia de las niñas de Alcácer. El morbo, siempre ese morbo que nutre los espíritus prestos a salivar con las hecatombes ajenas. El mando a distancia en una mano y el bol de palomitas en la otra desde la 'chaise longue'. Olvidan los fabricantes de embustes, los embaucadores de todo a cien, que muchos damnificados siguen sin electricidad, sin ducha, sin nada y con la esperanza menguando cada día. Que no los conviertan en carne de espectáculo banal.
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