Perdigones de plata
Papagayos
Todos a colocar mercancía averiada como si fuese producto fresco
El veneno de la vanidad
Aldama, un máquina
Conocí a un tipo cuadriculado en extremo. Pero no esperaba la confesión que me deslizó sin venir demasiado a cuento. Tanto planificaba su vida que incluso pactaba con su esposa, calendario bajo las narices, los días en los cuales hacían el amor. Un par de veces a la semana y siempre tras la sombra de una antelación ... que a cualquier mortal le arrebataría el deseo más rijoso. Practicar de esa manera el estimulante movimiento de la guitarra eléctrica con tu amor se me antoja de un atroz que linda con la tortura. Sin la sublime improvisación en caliente, si ustedes me permiten, desaparecen las ganas, el apetito, la chispa, la velocidad, la fiebre, el ardor, el picor y la energía.
Por eso lamento que buena parte de nuestra clase política se someta disciplinada a los tristes rigores del argumentario. Pronunciar las consignas que el partido reparte por las mañanas a los gerifaltes de su secta resulta grimoso como yacer con la pareja esclavizado por el calendario. Eso no puede ser. Así no disfrutamos pues de esa guisa se difumina el fustazo de una frase que huye del tópico, de una expresión que alimenta nuestras neuronas, de una conclusión que nos sorprende. Abochorna comprobar la mansedumbre de unos presuntos líderes que se metamorfosean en meros papagayos, en loritos, en cotorras simplonas que repiten lo que les han ordenado. También avergüenza la escasa personalidad que demuestran. Logras un puesto de ministro, nada menos, y luego te limitas a papagayear cuando te enchufan el micrófono, a sermonear entonando el mantra que conviene esa jornada. Todos a una. Todos sin fisuras. Todos a colocar mercancía averiada como si fuese producto fresco. Si los de las primeras poltronas caen en semejante falta de carácter, la necesaria diversión se erradica y además contribuyen al muermo general. El argumentario papanatas al cual se encadenan gozosos quiebra el juego político porque lo reduce a pésimo guión de teleserie cutre. Por cierto, aquel conocido mío tan previsor acabó divorciado. Rompió ella. Y no me extraña.
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