Perdigones de plata
Necesitan tiempo
Me fascina la necesidad de algunos jóvenes hacia ese paraíso artificial llamado tiempo libre
La mala vida
Sin prisioneros
La mayoría de los operarios de su pequeña empresa supera los cincuenta años. Gente curtida de manos rugosas y dedos coronados por uñas semejantes a destornilladores de estrella. Trabajan la recia carpintería metálica. Compañeros del metal con mono azulón que saben lo que vale un ... peine y desconocen las pamplinas de red social. Brilla histérico el soplete escupiendo fogonazos que son rayos mitológicos. Las virutas de acero alfombran el suelo. El patrón paga bien, mima a su equipo, vadea los rigores de los impuestos porque su corazón es de hierro corrugado y ofrece un horario decente. Se termina a las 17:00 horas y los fines de semana libres. Pero de vez en cuando, pura ley de vida, se le jubila alguno de la vieja guardia, un pretoriano coriáceo, y entonces busca energía juvenil para cicatrizar esos huecos. Y no encuentra. No hay manera.
La excusa de escaqueo que le dan cuando acuden hasta la entrevista de trabajo merece la pena: «Uf, con ese horario no tengo tiempo para mí…», mascullan escandalizados. «Coño, Ramón, que a las cinco de la tarde ya han acabado, ¿pero qué quieren?«. Ignora uno lo que quieren. Bueno sí, lo que queremos casi todos en este país, o sea cobrar una paga de muchos euros al mes por la cara, que de lo contrario, cuando creemos que trabajamos demasiado, nos asaeta la crisis de ansiedad, la morriña de sofá, el malestar general, el subidón de colesterol, el flato y la seborrea capilar. Me fascina la necesidad de algunos jóvenes hacia ese paraíso artificial llamado tiempo libre. Necesitan tiempo para ellos mismos del mismo modo que otros necesitamos carajillo tras una comilona. Será que andan enfrascados en estudiar a los presocráticos, o que repasan la filmografía de Truffaut para publicar un ensayo fundamental, o que se preparan para cocinillas de concurso catódico. No sé quién les vendió el argumento que se tragan tan gozosos, eso de «necesito tiempo para mí», pero merecería un par de semanas de calabozo por envenenar la inocencia de las mocedades. ¿Y para qué querrán tanto tiempo libre?
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