Perdigones de plata
La multa
Un Sánchez con la multa en la guantera penalizando su perfidia redondearía su biografía
Papagayos
El veneno de la vanidad
Recuerdo cuando viajábamos sin casco, sin cinturón de seguridad y con la tranquilidad de no pagar nunca las multas que la autoridad te enchufaba. En las zonas de juergas asilvestradas se aparcaba en tercera fila y tampoco estallaban mosqueos ante el amontonamiento de chatarras rodantes. ... Bastaba con dejar el vehículo en punto muerto. Al final de la noche igual aparecía en otra parte, allá lejos, pero siempre encontrabas el coche. Algunos conservaban las multas en la guantera piojosa como si fuesen las condecoraciones de un general ruso de los que gasta una bandeja verde por sombrero. Si la guantera se abría por un frenazo, vomitaba media tonelada de papel amarillento. Anda, las multas. Qué risa.
Como hoy somos responsables, sostenibles, resilientes y lo que ustedes quieran, las multas se pagan porque además, si nos despistamos, trincan el importe por las bravas avasallando nuestra sagrada cuenta corriente, saqueo intolerable a nuestra intimidad pecuniaria que no motiva nuestras aireadas protestas. Uno de los magistrados que ha tumbado la estrambótica querella de Sánchez contra el juez Peinado, olé sus huevos, comenta la posibilidad de adjuntarle una multa de hasta 6.000 euros en vista de su mala fe. La maldad, observamos, también tenía un precio, y barato se me antoja si rememoramos los múltiples desacatos del presidente de España. Ignoro si prosperará lo de la multa, pero me encantaría que desayunase con su sabor. Las multas duelen porque atacan nuestro orgullo y fertilizan nuestra rabia. La multa supone un amargo castigo con evocaciones colegiales, una inesperada punición caída del cielo, la colleja que te arreaba el profesor de gimnasia cuando te escaqueabas y el revés justiciero que te propinaba la madre en la boca cuando blasfemabas. La multa humilla una barbaridad. Multar a Sánchez por culpa de su mala fe le provocaría mayores indigestiones cerebrales que las certeras cornadas que le dispara Ayuso cada día. Un Sánchez con la multa en la guantera penalizando su perfidia redondearía su biografía.