PERDIGONES DE PLATA
Monstruos
Tan sólo puedo cavilar acerca del castigo ejemplar que merece ese padre que violaba a su hija
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El horror existe. El horror se esconde junto a nosotros, esquinado y retorcido, con el afilado colmillo presto para la dentellada. El horror brota diabólico con esa pareja que comerciaba con su hija de pocos meses. El padre la violaba, la madre se encargaba ... de publicitarla en el vicioso zoco cibernético. No me interesa averiguar si esos padres sufrieron de pequeños, si nadie les arrulló por las noches mientras les susurraba cuentos de fantasía. No quiero saber si crecieron en el arroyo, en el abismo, en el apestoso fango o en el mismísimo infierno. Me importa un rábano. No tienen ni excusa ni perdón. Tan sólo puedo cavilar acerca de los castigos ejemplares que merecen para expiar su atrocidad.
Les dejaría varias horas en un zulo junto a Ray Donovan acariciándoles con su bate de béisbol. Tampoco les vendría mal un rato en el calabozo recibiendo cirugía de listín telefónico con ese pasma explosivo llamado Vic MacKey, el de 'The Shield'. Una cena junto a la familia de 'La matanza de Texas', presidida por el abuelo momificado cincelando con su martillo y con Caracuero elaborando filigranas de motosierra, quizá les enderezase un poco. También el Marv interpretado por Mickey Rourke en 'Sin City', siempre defendiendo a lo inocentes y a las mujeres, les podría explicar que un bebé es algo sagrado, intocable, único. Hannibal Lecter seguro que les hincaría el diente para inyectarles dulce y suculenta terapia antropófaga que les educase. Y no me disgustaría que, de colofón, el capitán Ahab les ensartase como si fuesen aceitunas mediante un arpón fabricado con hueso de ballena. Francamente, estas puniciones se me antojan anémicas, blandengues, al lado de su (presunto) crimen. Claro que, si las aplicásemos, tal y como nos pide el cuerpo, apenas nos diferenciaríamos de la monstruosa pareja. A Clint Eastwood le preguntaron hace años que si estaba a favor de la pena de muerte. Contestó que no, salvo en un caso: el de los pederastas. Y uno jamás se atrevería a llevarle la contraria a un viejo pistolero como Clint.
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