perdigones de plata
Malditas coincidencias
En la película aparecía Chris Hemsworth soltando trolas y entonces recordaba a Sánchez
Furia de fango
Operación anaconda
Supongo que sólo pretendía aislarme ante la agresión de la indecente amnistía. Para superar el bochorno podía optar por aturdirme a base de morapio o de otros productos emparentados con los paraísos artificiales, pero como ni tengo edad ni mucho menos ganas de lobotomizarme, ... marché al cine para contemplar 'Furiosa', de la saga que protagonizó Mel Gibson encarnando al gran Max Rockatansky. Un pasma vengativo y farruco que se apellida Rockatansky mola siempre, en esto no hay discusión. Y si te tragas en 1980 la primera película con 14 años, entenderán ustedes que le profese cariño a esas obras de puro zafarrancho motorizado y una estética de western como de Sergio Leone retrofuturista.
El caso es que hacía siglos que no me sumergía en una sala donde la luz del proyector te acuchilla por la espalda. El último largometraje que vi en la oscuridad fue 'El lobo del Wall Street', no les digo más. De repente, lo de yacer en una estancia rodeado por desconocidos se me antojó algo sumamente perturbador. ¿Qué hacía allí entre tanta gente? Y luego me atrapó una especie de tara a lo Howard Hughes… Empecé a preguntarme cuántas personas se habrían sentado en esa misma butaca que atornillaba mi culo, en cuántas nucas se habrían apoyado en el mismo respaldo que sujetaba mi cabeza. Y me esclavizó cierto asquito demencial, malsano. Pero vencí la pereza y el repelús hacia el prójimo. Influyó también que la crónica de Oti respecto a 'Furiosa' me engolosinó una barbaridad. Así pues, me incrusté en las tinieblas. Tronó violenta la banda sonora y mi sesera salivó. Me acurruqué. Las persecuciones arrullaron mi paladar ávido de entretenimiento. Pero aparecía Chris Hemsworth soltando trolas y entonces recordaba a Sánchez y sus cambios de opinión. Y luego observaba la corte de pelotas que rodea a Inmortal Joe y pensaba en esos ministros que aplauden frenéticos a nuestro presidente. No pude, por desgracia, escapar del maldito embrujo de la amnistía. Eso sí, al menos no descubrí coincidencias entre Anya Taylor-Joy y Begoñísima.
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