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Perdigones de plata

¿Pa' qué me invitas?

Cuando emiten merluzadas, replico ateniéndome a la legítima defensa

Jefe de jefes

La mano y el fuego

Ramón Palomar

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Los que vivimos solos y trabajamos buena parte de la jornada encapsulados tras el escudo de la bendita soledad del hogar, me temo que desarrollamos una chaladura que nos encarrila hacia las cavilaciones absurdas que, sin prisa pero sin pausa, con el transcurrir de los ... años, moldea nuestra personalidad. Observo, pues, que evoluciono hacia un estado donde se mezcla la discreción absoluta con la intolerancia rotunda. Si no conozco a una parte de las personas que comparten mantel durante una cena a la cual me han convidado, no les pregunto por prudencia, por respeto, por educación y porque me importa un bledo averiguar los flecos de sus existencias. Si quieren hablar, que lo hagan. Que narren sus maravillas, sus éxitos, sus logros, sus triunfos, sus mierdas. Estupendo. Pero algunas cosas no las soporto y, entonces, se lía. Cuando emiten merluzadas, replico ateniéndome a la legítima defensa.

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