perdigones de plata
La gran cola
La cola simboliza el triunfo de la mediocridad que nos acuchilla porque nos aleja del individualismo
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Ignoro si se trataba de gallardía postiza o de rebeldía infantiloide, pero si algo sublevaba al español medio era chuparse una cola aunque esta fuese breve como la simpatía natural de un Óscar Puente. Soportar una cola suponía el horror absoluto, la humillación rotunda, ... la rendición sin condiciones arrojando las armas a los pies del enemigo. La cola se regateaba empleando cualquier método o se renunciaba a ella y uno se marchaba a otra parte donde no te hiciesen pasar por el aro de esa fila reglamentada como si fueses la foca amaestrada del circo de cuando en los circos moraban los bichos profesionales de las cabriolas.
España, hoy, durante el último puente, no fue sino larguísima, interminable cola, festoneada de personas amables que se diría disfrutaban de ese encajonamiento durante horas con la sonrisa de la paciencia perezosa dibujada sobre la mansa faz. «¡Llevo cuatro horas y lo que me falta!», afirmaban algunos paisanos preñados de un extraño orgullo. Colas para conseguir un bocadillo, una ración de paella, un chocolate con churros, un boleto navideño. Colas para admirar la chisposa sobredosis de luces navideñas, para contemplar un belén, para comprar un chisme en un tienda. La vida ya no es sueño, sino elástica cola que anestesia el alma, sofroniza el espíritu, achica el carácter y tritura la personalidad. Hemos asumido esto de las colas con una deportividad admirable. Asombroso. O la cola o el caos, y parece que nos han convencido de esto. La cola simboliza el triunfo de la mediocridad que nos acuchilla porque nos aleja del individualismo para aproximarnos hacia el balido de la borregada. Lo hemos aceptado resignados, incluso con cierta alegría porque cuando permaneces en la cola no piensas, no cavilas, no sientes, no padeces, no reflexionas, simplemente te dejas arrastrar por la corriente y eso gratifica. Un país que acepta la docilidad de una cola eterna se comerá la ley de amnistía sin necesidad de patatas. La cola es el éxito de la política patatera de Sánchez. Estamos perdidos. Fin.
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