Perdigones de plata
La España espontánea
Los 'selfis' y la tontería se cargaron la espontaneidad y hemos embarrancado en el postureo
Cosas raras
La vida es bulo
Casi todas las tardes, por estas fechas, aquellas televisiones culoncias emitían corridas de toros en el fúnebre blanco y negro que amortiguaba el rojo de la sangre. Mientras trasteaba con alguna novela de Karl May o así, mi madre nunca se las perdía. Sólo ... despegaba la napia del papel según la intensidad de los grititos maternos. Un grito ronco de puro miedo indicaba que el cornupeta había volteado al matador hacia la órbita de Marte. Otro que segregaba un tono como de emoción contenida reportaba una embestida furiosa que había arrollado al caballo blindado junto al picador, mandándolos a besar la arena. Pero el gritito agudo que alcanzaba la frontera del barrio afirmaba que un espontáneo había saltado al ruedo portando una camisolina desflecada a modo de muleta. Ahí levantaba la vista. Me fascinaban esos espontáneos porque se montaba un alboroto formidable, y aquel caos fertilizaba mi incipiente querencia hacia la transgresión. Aquellos espontáneos eran puro rockanroll de piano incendiado por Jerry Lee Lewis.
El otro día, sin venir a cuento, descubrí que ni televisan toros ni existen los espontáneos. Cierto es que los espontáneos reflejaban el hambre y cierta miseria. Pero demostraban actitud, coraje y ganas de jugarse el pellejo a cambio de la gloria y la pasta. 'El Cordobés', recordemos, demarró de espontáneo y cuando triunfó ocupó portada en la revista 'Times'. Toda España, en aquel tiempo, era espontánea. Pero los 'selfis' y la tontería se cargaron la espontaneidad y ahora hemos embarrancado en el postureo. Los líderes de la Transición salían a porta gayola en las ruedas de prensa y contestaban a los periodistas que disparaban plomazos. Eso era actuar con gallardía espontánea. Hoy no admiten preguntas y, además, prefieren declarar por escrito por si las moscas, como Sánchez. Cuando la España espontánea se asumían riesgos y los pitones de antaño te podían cercenar la femoral. Hoy los cuernos son de peluche como los del muñeco ese de 'Grand Prix'. Nos han apeluchado y reconvertido en cabestros. Triste.
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