PERDIGONES DE PLATA
Espacios de dolor
Me temo que voy a esperar varios lustros antes de retornar a los museos
Veneno
Queridos horarios nuestros
Con la avidez del profesional de la frasca que se pimpla un par de chatos de morapio sin pausa entre ellos, leí el reportaje de Rebeca Argudo sobre los talleres que brotan en las entrañas de algunos museos. Un tanto borracho sí me quedé ... ante el despropósito amparado por Urtasun y los suyos y, cómo no, sufragado por la magia de nuestros impuestos. No me aclaré demasiado sobre las propuestas de los carnavaleros ponentes, pero al menos entendí algo: los museos representan «un espacio de dolor». Eso me llegó al alma.
Si lo sabré yo, lo del dolor… A bordo de un Renault 12 ranchera recorríamos cada verano zonas de España y Francia, durmiendo en hoteles humildes pero relimpios. Mi madre sujetaba una guía entre las rodillas, en cuanto le comentaba a mi padre que se plantificaba un museo de algo, de áperos del pasado siglo o de fósiles cretácicos, allá que nos dirigíamos. Mi infancia se vio jalonada por una sobredosis de museos grandes, medianos y pequeños que no se la deseo a nadie. Saltábamos de museo en museo porque, imagino, mis padres pretendían concedernos una culturilla, a mi hermana y a mí. Con ella lo lograron, conmigo el experimento me temo que no terminó de funcionar. Sólo alivió tanto dolor el museo Dalí en Figueras, que me pareció muy divertido. De los demás sólo tengo un vago recuerdo y, encima, le profeso un miedo terrible a cualquier museo. Sí, sé que he visitado el Prado varias veces, y el Louvre, pero porque me lo aseguraron en casa y las familias de antaño no mentían, sin embargo mi mente ha borrado de sus pliegues cualquier momento stendhaliano ante tanta sobreexposición a las obras de arte. Andaba recuperándome de aquellos traumas infantiles, cavilando un paulatino retorno hacia los templos de sabiduría, pero tras leer el reportaje mis deseos se han evaporado. Calla calla, me da por regresar a un museo, me topo con una tropa tan pintoresca arreando tabarra merluza y el episodio me extermina. Me temo que voy a esperar varios lustros antes de retornar a los museos. El dolor. Qué miedo.
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